
El curso 19-20 llega a su fin. Probablemente, el año escolar más difícil de nuestras vidas. Es momento de hacer balance. Antes de hacerlo es obligatorio recordar a todos las personas que han sufrido las consecuencias de este virus letal, especialmente, a las decenas de miles de fallecidos y enfermos. También de mostrar públicamente el agradecimiento por los profesionales que han velado por nuestra salud y nuestro bienestar a lo largo de los momentos más duros de la pandemia. Los sanitarios han sido el colectivo profesional más expuesto y justo ha sido su reconocimiento, pero siendo un medio especializado en educación, no podemos dejar de rendir nuestro homenaje a los profesionales de la enseñanza. Sin el compromiso de los profesores y los directivos de los centros para seguir ofreciendo su imprescindible servicio durante el largo confinamiento millones de estudiantes hubieran quedado sin su derecho a una educación.
Evidentemente nada ha sido igual que si las aulas no hubieran cerrado. Los centros educativos y sus profesionales, en su gran mayoría, han dado lo mejor y han conseguido en tiempo récord, y en muchas ocasiones sin apenas medios, virtualizar sus clases. Una tarea para la que nadie les había preparado. En los momentos más duros, a algunos se les vieron las vergüenzas por su escasa capacidad de reacción o por su improvisación. En esto, como viene siendo habitual los políticos se llevaron de nuevo la palma. Gran parte de las administraciones públicas no han estado a la altura, con medidas caóticas, improvisadas y en muchos casos contradictorias.
Siempre digo que ser directivo de un centro educativo, especialmente de un colegio, es algo heroico y que no está pagado por su enorme responsabilidad y las dificultades de lidiar con leyes, conflictos, padres, profesores y, sobre todo, por la burocracia. La maldita burocracia. A lo largo de estos meses he podido hablar con muchos directores de centros y ver su desesperación e impotencia ante la zozobra de las medidas que debían tomar, ante la incertidumbre de padres y alumnos… Mi aplauso y admiración por su paciencia y tesón.
Humildemente, desde ÉXITO EDUCATIVO, hemos tratado de aportar nuestro granito de arena informando sobre todas las novedades que el coronavirus iba provocando, entrevistando a profesionales, directivos, expertos… Dando voz a colectivos que lo han pasado, y lo siguen pasando, especialmente mal como escuelas Infantiles, campamentos de verano, y otras empresas del ámbito educativo que han tenido que parar en seco su actividad y enfrentarse a ERTES, pagos y, sobre todo, mucha soledad.
Cuando parece que lo peor ha pasado, aunque nadie debe descartar rebrotes y nuevos confinamientos, de nuevo se vuelve a la confrontación política. Lejos de aproximarse al soñado PACTO POR LA EDUCACIÓN, el gobierno actual parece buscar de nuevo la confrontación con la aprobación de una nueva Ley educativa sin consenso, y más recientemente por excluir a la enseñanza concertada de las ayudas para la reconstrucción. Mal asunto. Es una pena volver a ver cómo un modelo que ha demostrado su eficacia y utilidad, tanto desde el punto de vista económico como educativo y social, sea víctima del sectarismo y la ideologización. Educación pública, sí, por supuesto; pero sin dejar a nadie atrás. Cada uno hace su papel y no es incompatible una buen educación pública, con el apoyo, o al menos, sin meter el dedo en el ojo, a la concertada o la privada.
En fin, esperemos que como piensan algunos el COVID-19 servirá para mejorar aspectos que eran necesarios en la educación. No me cabe duda de que directivos y profesionales han tomado nota y aprobarán este duro examen con nota. Dudo mucho que pase lo mismo con los políticos a los que casi siempre les queda todo para la recuperación de septiembre.
Víctor Núñez es director general de ÉXITO EDUCATIVO y profesor universitario