
Autor de libros como ‘Escuelas que cambian el mundo’ o ‘Educación Sostenible’ (2023), César Bona es un experto internacional en inteligencia emocional y social, que obtuvo el premio al profesor del año (Global Teacher Prize) en 2015. Aprovecha su paso por el congreso The Global Education Revolution para reflexionar sobre el papel de la escucha en el aula y el de la educación en general. Un sistema “dador de herramientas” que debería centrarse en las habilidades humanas para ayudar mejor a sus alumnos.
¿Hemos convertido el sistema educativo en una cadena de montaje?
Espero que no, ya que formo parte de ese sistema. Aunque hay gente en la sociedad (el sistema incluye a todos) que lo ve como la previa al trabajo. Igual que ven la infancia y la adolescencia como lo previo a la adultez, aunque son etapas en sí mismas. Es importante que entendamos el fin de la educación. Y para mí y muchos otros es darle herramientas a los alumnos para que sepan relacionarse con ellos mismo, con el mundo que viven y las personas con las que lo comparten.
Partiendo de ahí hay muchas cosas que tienen en común el trabajo y la vida fuera de este. Se habla de creatividad, emociones, empatía, resolver problemas… son herramientas que valen tanto para el trabajo como para la vida. Si nos centramos en esos valores, esas ahora llamadas soft skills que no es sino aquello que nos hace más humanos, no vamos mal.
Entre esos valores, ¿quizás durante la pandemia nos dimos cuenta de la importancia y el papel que cumple la inteligencia social o emocional?
O al menos deberíamos habernos dado cuenta de que es una oportunidad que no podemos perder. Que seamos conscientes de lo que hemos sufrido, qué herramientas hemos echado de menos, y sobre todo que tengamos en cuenta el valor de la educación como ente transformador. Porque absolutamente todo empieza en la educación, y, sin embargo, muchas cosas sí se transformaron pero en la educación parece que hemos cerrado los ojos. Parece que hemos dicho: “Pues ya pasa -la pandemia-, ya podemos volver”. Si es así, habremos perdido una oportunidad.
¿Cuál ha sido el mensaje lanzado en el primer congreso en la Schiller University sobre el papel de la educación (y en parte en el libro)? ¿Con qué te gustaría que se quedaran?
Pues que somos evolución, y en ella también está la tecnología. No podemos ver la Inteligencia Artificial como nuestro enemigo nunca. Todo lo que nos encontramos tenemos que saber utilizarlo para mejorar como seres humanos. El fin de la tecnología en el fondo se une al de la educación: hacernos mejores; en el sentido humano, el buen sentido de la palabra.
¿Qué le dirías a los directores sobre cómo enfocar la inteligencia emocional en sus centros educativos: empezar a valorarla simplemente?
Partiendo de la base de que la inteligencia emocional no es poner un color para que los niños lo entiendan. A lo mejor la base de la inteligencia emocional es escuchar más. Y contar los matices, hacer que -los alumnos- se sientan escuchados. Te lo voy a resumir en un frase: todos los niños tienen algo que todos los seres humanos tenemos, el deseo de sentirse queridos, escuchados y útiles. Entendemos que si a ti o a mí en nuestro trabajo nos sentimos queridos, escuchados y útiles, vamos a gusto al día siguiente. Entonces el bienestar ya no es un fin en sí mismo, sino que es el camino a otros objetivos.
¿Cómo sería para ti el colegio ideal?
Para mí siguen siendo esas tres claves las que te darían la respuesta: sentirse querido, escuchado y útil. El colegio debe darles esas herramientas; ha de ser el lugar dador de herramientas e incluso de segundas oportunidades, que igual no se han tenido fuera del colegio. Herramientas que consisten en que nosotros seamos mejores con nosotros mismos, con las personas que nos rodean (porque somos seres sociales), y con el mundo en que vivimos. Lo que entronca con el tema de la sostenibilidad, que no podemos tomarlo como un tema secundario, sino que es absolutamente prioritario.