Como te digo una co, te digo la o

¿Y tú cómo vas?
Tienes mala cara
No me digas más
Si yo te contara
Falleció mi suegro
Me operé del quiste 
¿Tú me ves más triste?

A veces la rabiosa actualidad le lleva a uno a las canciones de su vida. Joaquín Ramón Martínez, ese linarense convertido en gato, ha transitado conmigo durante muchos ratos de mi adolescencia, juventud y edad madura. Ser poeta “descarnao” y muy prolífico tiene la ventaja de que raro será la pulsión vital que no haya relatado en alguna de sus letras. Y, lo mejor de todo, que estas no se puedan utilizar para referir una situación presente. Así que allá voy.

Como te digo una co, te digo la o, o lo que es lo mismo, que de la misma manera que a veces uno acierta, en otras se yerra. Y puede que además lo haga casi simultáneamente. Esto ha ocurrido la semana pasada en una de las comunidades autónomas de este nuestro país. A mis cuarenta y diez, uno ya ha visto de todo, o de casi todo, para que negarlo. Y sin embargo, a veces nos sorprendemos con la tenaz persistencia de las ideas geniales de nuestros políticos. Llueve sobre mojado, pero que nos encontremos con que alguna administración, tan liberal ella, regule a golpe de norma que los alumnos del prácticum del Grado en Educación no puedan realizar sus prácticas en colegios privados, restando no solo la libertad de esos alumnos de continuar su formación en centros de probada reputación y prestigio, donde la innovación educativa es una norma de supervivencia, sino además estableciendo que estas prácticas solo se puedan realizar en colegios públicos, no solo suena un poco estalinista, sino que además aboca al colapso total del sistema ya que no serán estos capaces de absorber a todos esos alumnos. No hace falta que recuerde en este punto que la red pública, porcentualmente hablando, es la que menos hace de receptáculo de prácticas de nuestros futuros docentes. Y todo esto, además, saltándonos las normas básicas a la hora de legislar, rompiendo todo pacto de caballeros lógico, y metiendo este paquete normativo en agosto, con nocturnidad, alevosía y contra todo pronóstico -porque de nada de esto se avisó antes de vacaciones- y por tanto dificultando, como demasiadas veces ocurre, la planificación de los colegios que históricamente contaban con estos alumnos de prácticas, y de las universidades que también se enteraron de este desaguisado con el reinicio del nuevo curso. Si bien es cierto que en esta ocasión, a diferencia del proceder habitual de nuestra clase política, lo niego todo no fue la primera reacción, algo de agradecer esto de que a uno no lo traten como a niño de teta, sin embargo parece que si no se encuentra una solución adecuada, la realidad será que se habrá causado un enorme perjuicio a todos los alumnos del grado de educación de las diferentes universidades, a las universidades que no podrán reubicar a dichos alumnos, y a los colegios privados que no podrán contar con ellos y ayudar a su formación en aspectos que luego simplifican mucho la inserción laboral de esos alumnos al sistema. Cuando era más joven, en otros tiempos, con otro tufo político, uno podría no sorprenderse de esto, pero sufrirlo en las carnes de quien se considera adalid de lo liberal y de los sistemas abiertos y competitivos, pues sorprende, la verdad. Cierto es que no dejan de ser aves de paso, pero quizá deberíamos ser más exigentes con quienes nos gobiernan, ¿no?

Ahora que… no todo son malas noticias por estos lares mesetarios. Porque de la misma forma que uno debe señalar cuando se cometen atropellos a manos de eso que podríamos llamar conductores suicidas, también ha de reconocer los aciertos. Y aquí va uno de esos.
En este mismo poblachón manchego de buen recibimiento y mejor adopción, donde los jienenses se convierten en gatos, y los asturianos también, hacer gala de esa actitud hacia el visitante es un motivo de vanagloria. Y mucho más si encima nos sobran los motivos para acoger y enraizar a hermanos de lengua y cultura, y que todo eso apoye a la creación de un poso de riqueza intelectual, laboral y que si, además, esto ayuda a mejorar el índice de natalidad de la región, pues mejor todavía. Me refiero al anuncio que se hizo público de becar con un 80% el precio de las matrículas de la universidad pública a estudiantes hispanoamericanos que decidieran cursar sus estudios aquí. La medida, como he dicho, más allá del hecho económico en sí, es toda una declaración de intenciones sobre cómo hemos de abordar como sociedad cuestiones clave como: la atracción y retención del talento, la mejora la competitividad de la región, e incluso me atrevo a augurar que, en un país como el nuestro, con un verdadero problema respecto del número de nacimientos anuales, esta medida debería impactar, a medio-largo plazo en un mayor número de Dieguitos y Mafaldas, producto de que parece que los españoles patrios andamos más preocupados de nuestros parámetros vitales propios que de engendrar familias que nos procuren, con sus cotizaciones futuras, un seguro contra esa estafa piramidal, ese esquema de Ponzi encubierto, que llamamos sistema de pensiones. Tantas pastillas para no soñar políticas hemos ingerido que por no soñar, ya ni pensamos en nuestro futuro incierto y no muy lejano. Aquí seguimos en eso de que:

Solo en Antón Martín
Hay más bares que en toda Noruega
Por cierto, el marisco
Ni comparación

Así pues, como decía Unamuno, “Que inventen ellos”, que “casi seguro” que nos irá mejor manteniendo y fomentando esa suerte de Nirvana de indolencia y placer en el que se encuentran nuestros jóvenes españoles, y europeos, que también es un problema que azota a buena parte del viejo continente, en lugar de buscar soluciones creativas, como la mencionada, que además fomenta eso de la mixtura cultural tan deseable.
Pongamos que hablo de Madrid…

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