Deberes hiperbólicos

Mi primo da señales cuando tiene “la soga al cuello” y, desde que es padre, su cuello no gana para sogas. La semana pasada me llamó para comentarme la última del profesor de Lengua y Literatura de su hijo, que está en 4º de Primaria. Se trataba de una tarea individual realmente compleja: crear una poesía con cuatro estrofas, dos versos de arte menor y dos de arte mayor, rima asonante en las dos primeras estrofas y rima consonante en las dos últimas. En la primera estrofa, una comparación; en la segunda, una metáfora; en la tercera, una hipérbole, un diminutivo y un aumentativo, y en la cuarta estrofa, palabras de la misma familia, dos palabras homófonas y una palabra polisémica. ¿Realmente piensa el profesor que esta es una actividad para niños de 4º de Primaria? Si es así, tiene un problema, y no hace falta venir a estudiar a la Universidad de Salamanca para saberlo (Quod natura non dat, Salmantica non præstat).

¿Cuál es el objetivo de los deberes? Que los niños puedan ver reforzado su aprendizaje, que adquieran un hábito, rutinas de estudio y que aprendan a distribuir el tiempo. ¿Lo consigue este profesor con esta tarea? No, es más probable que consiga desmotivar a los niños por la presión que se les genera y cabrear a sus madres y a sus padres. Resulta beneficioso que los niños de Primaria dediquen algún tiempo a ir creando en casa hábitos de trabajo, de lectura, de creación artística… pero sin presión. Se trata de actividades intelectuales con las que puedan practicar la concentración, fundamental para el desarrollo neurológico y cerebral. Una carga desmesurada de deberes, tanto en cantidad, como en nivel de exigencia -como puede ser el caso expuesto, que semeja más un castigo que una actividad- será contraproducente; los niños se verán desbordados y el aprendizaje será un suplicio, en vez de ser un descubrimiento y un placer, como debería ser.

Tenemos un cerebro creativo que se ve coartado por los métodos obsoletos de algunos docentes. El aprendizaje no es algo que se imponga, es algo que se incentiva, pero no con métodos antiguos. Los niños con edades comprendidas entre seis y 12 años necesitan compaginar los deberes con actividades lúdicas y físicas: jugar, correr, moverse, sorprenderse y descubrir que van superando sus propios límites. Las jornadas en la escuela son de por sí muy largas como para llegar a casa y ponerse durante dos horas con deberes que tantas veces carecen de valor pedagógico y solo aumentan las desigualdades sociales.

Cuando se habla de mejorar el sistema educativo todas las brújulas apuntan a Finlandia. En España nos preguntamos cómo puede ser que nueve de cada 10 niños finlandeses, que han entrado al colegio un año o dos más tarde (a los siete) que los niños españoles, que han dado 1.500 clases menos y con menos duración, y que solo han hecho deberes durante un cuarto de hora al día, obtengan el título de Secundaria. Y mientras, en España estamos a la cabeza en la tasa de abandono escolar en Europa.

Como en todo, en el equilibrio está la virtud y, en este caso, debemos huir de posturas antagónicas. Los deberes son necesarios, pero en su justa medida atendiendo a la tipología, según la edad y el nivel de desarrollo. Conviene reformular el sistema educativo español y los métodos de los docentes. Solo así podremos disfrutar de un verdadero aprendizaje.

Noa Carballa, doctora en Comunicación y profesora universitaria 

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