
El próximo miércoles día 22 el Pleno del Senado tendrá la última palabra (o penúltima) si finalmente el texto de la reforma universitaria que le remitió el Congreso sale limpio sin enmienda alguna. Porque enmiendas, haberlas, haylas, y de un buen número de grupos a un lado y a otro del espectro político. Por ejemplo, Bildu se ha empeñado en que el Rey deje de aparecer como institución en la expedición de títulos. Habrá que ver qué se vota.
Pero la iniciativa de Bildu, que pudiera parecer anecdótica, esconde tras de sí una ola mayor que persigue, de la mano de otras formaciones independentistas, vaciar de algún modo de contenido la capacidad del Estado sobre el universo de las universidades. ¿De control? No, o sí, porque, aunque los Campus están en teoría libres no solo del humo del tabaco ¿supone un intento de control que se elimine, tal y como está ahora el texto, el sello estatal de las acreditaciones de los docentes? ¿O la supresión del concepto ‘nación’ en la ley?
El PP, y en esto coincide básicamente con VOX, tiene una lectura clara de lo que supone en este contexto la LOSU pensada por Manuel Castells y que implementará ahora Joan Subirats: se va a pasar de un modelo estatal de universidad a 17 modelos, tantos como comunidades autónomas hay, y eso supone la quiebra de un principio que une a cualquier país de nuestro entorno. ¿Qué supondría esta fragmentación? Para empezar, que las becas, como pide Cataluña, dependerían de cada autonomía, así como los parámetros para evaluar a los docentes.
Punto y aparte es lo referido a las lenguas. La oficial del Estado es el español, y hasta el PP no se opone, bien al contrario, a que se fomente la diversidad lingüística en aquellas regiones con lenguas singularmente propias. Pero de ahí a que del texto, tal y como está redactado y salió del Congreso, se pueda derivar situaciones como la posible persecución del idioma español en algunos campus hay todo un abismo que las enmiendas se proponen eso mismo, enmendar, remediar. Que no haya el peligro de que los estudiantes no puedan aprender en el idioma oficial del país.
Claro, que complicado sería hacerlo en aquellos campus sitos en regiones que se entienden a sí mismas como países propios, aunque el Rey no hay expedido ese título, por hacer una broma con lo anterior.
Atentos habrá que estar al Pleno del senado de la próxima semana. El futuro del conjunto de la educación está, de algún modo, en el foco. Porque las universidades no son solo una etapa formativa más, es la escuela donde se educan los futuros profesores de todas las etapas educativas anteriores, y, ya se sabe, de según qué polvos habrá según que lodos. El 22 se saldrá de dudas.