
A estas alturas nadie duda del importante papel que la comunicación no verbal juega fuera y dentro del aula. Sin embargo y pese a todo, pocos son los que le prestan la atención debida y muchos menos en el ámbito educativo. Una mirada, una expresión afable, un ceño fruncido, una sonrisa, un silencio, un determinado tono de voz o un simple toque en el hombro pueden marcar la diferencia en la relación profesor alumno. Y si a todo ello sumamos la primera impresión, esa que en menos de 100 milisegundos y de manera inconsciente realiza nuestro cerebro, el éxito o fracaso de la interacción resulta en ocasiones más que predecible. Ya lo decía Alexander Todorov: nos formamos automáticamente una idea de la persona que tenemos delante y decidimos antes de que comience a hablar no solo si nos resulta atractiva sino también si es competente, afable y merece o no nuestra confianza. Es como el efecto Pigmalión trasladado al aula.
Las expectativas positivas o negativas que el docente se crea sobre sus estudiantes y viceversa, acaban por afectar al comportamiento de ambos, a su conducta verbal y no verbal y por ende al desarrollo de la clase. Por eso es fundamental que el maestro tome conciencia de todo aquello que transmite con su voz y con su cuerpo. El éxito o el fracaso de su labor está altamente influenciado por esta comunicación silenciosa, de ahí la importancia de saber gestionarla adecuadamente.
Los gestos del docente
Les propongo que echen la vista atrás y piensen en algún profesor que les dejó una huella positiva. Probablemente lo recordarán por cómo enseñaba, cómo transmitía sus conocimientos, cómo enfatizaba aquello que quería resaltar. Lo importante, en definitiva, no era tanto que decía sino cómo lo decía. Pues bien, esa capacidad para cautivar, para empatizar, estaba íntimamente relacionada con cómo dominaba su lenguaje no verbal, propiciando un ambiente de aprendizaje, conexión y confianza.
De un tiempo a esta parte se habla mucho de neuroeducación, de una buena gestión emocional en las aulas y todo ello implica un esfuerzo extra por parte del maestro a la hora de transmitir no solo conocimientos sino sobre todo emociones positivas desde el mismo instante que pisa la clase. Solo desde ahí el alumno se sentirá motivado y estimulado, lo cual influirá en su comportamiento y en sus resultados académicos. Y el maestro, por su parte, evitará el temido “síndrome del burnout” que acontece sobremanera en el contexto escolar y afecta, según una investigación dela Universidad de Murcia, a un 65% de los profesores de Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato.
Cómo conectar con los alumnos
- Sonríe. Está comprobado que al cerebro le atraen las caras alegres. Es capaz de reconocer una sonrisa a 25 metros de distancia, así que la conclusión es evidente: el profesor ha de mostrar expresiones faciales afables. La sonrisa es un puente que invita a la cooperación. Un rostro enfadado genera rechazo por parte del alumno.
- Postura abierta y contacto visual. Con su cuerpo, el docente transmite cómo se siente en cada momento. La mejor manera de proyectar seguridad es evitando las posturas cerradas o encorvadas, caminando por todo el aula con seguridad y paso firme pero sin resultar altivo y sobre todo manteniendo constante contacto visual con todos los estudiantes. Cuidado con darles la espalda o con miradas inquisitorias. Ellos son los protagonistas y han de sentirse arropados y cuidados.
- Gesticula y enseña con las manos Nada de esconderlas ni tampoco de realizar gestos bruscos. Muestra las palmas. El mensaje llega mejor si se ilustra gráficamente y de manera armoniosa. Las manos han de dibujar lo que dice el profesor, acompañar siempre al contenido. De este modo resultan más fácil de entender y asimilar.
- Toca sutilmente. El contacto físico es un canal de comunicación no verbal muy potente pero hay que saber manejarlo adecuadamente. Brazos, codo y parte alta de la espalda son las zonas no vulnerables que al tocarlas levemente generar conexión. En ocasiones, un suave toque puede favorecer una mayor implicación por parte del alumno.
- Domina la voz. Esto es la variaciones en el tono, el volumen, el timbre y hasta los silencios. Junto con las expresiones faciales la voz el principal vehículo emocional y uno de los grandes aliados en clase para no resultar aburrido, generar confianza y captar la atención.
Susana Fuster, Periodista, Máster en comportamiento no verbal y detección del engaño. Autora del libro: “Hijos que callan, gestos que hablan” (ed.Espasa)
Totalmente de acuerdo con la autora.
Y en esa misma mirada atrás nuestra época de estudiantes que nos propone, cuántos ejemplos podemos recordar de casos al contrario: de profesores que por su tono estridente al explicar, por su mirada perdida mientras se dirigían a nosotros o por su falta de tacto (en sentido literal o figurado), no llegamos a tener por buenos profesores y poco de lo que decían se nos quedaba.
Gracias por las sugerencias de actuación no verbal con los alumnos. Me vendrás muy bien.