
La presencia de la tecnología en el día a día y la aparición de formatos digitales cada vez más atractivos desde edades sorprendentemente tempranas, está transformando la sociedad y el modo en que las nuevas generaciones están expuestas y conviven de manera constante con estímulos audiovisuales. Sin embargo, a pesar de haber nacido y crecido con la tecnología a su alrededor, no significa que los jóvenes tengan la capacidad de gestionar y entender dichas herramientas con criterio y madurez. Los nativos digitales no poseen dicha capacidad de manera congénita y se ha convertido en una prioridad para la comunidad educadora proporcionar los conocimientos y las competencias necesarias para permitir a dicha generación desarrollarse plenamente en el entorno en el que viven.
En el ámbito docente, la integración de múltiples disciplinas que fomenten una formación global en el alumno puede permitir aportar herramientas que impulsen la responsabilidad, la autonomía y el pensamiento crítico en el empleo y la relación con las tecnologías, tanto como consumidores como productores de contenidos digitales, siendo aplicable en todos los ámbitos de la vida, ya sea académica, personal o profesional.
Lo paradójico de esta situación es cómo se ha evolucionado hacía una formación menos global, donde el peso de materias que aportan herramientas que en el presente se han vuelto muy necesarias, como la alfabetización visual y el desarrollo de un imaginario personal, han sido relegadas a un papel secundario. La baja valoración social de las áreas artísticas ha llevado a una escasa presencia en el currículo general y, todo ello a pesar de que, lo más importante de un sistema educativo, es dotar a quienes crecen en una cultura de todas las herramientas posibles para encontrar una identidad dentro de ella, tal y como decía Bruner en su obra La educación, puerta de la cultura, trascendiendo lo meramente académico y evitando caer en cualquier tipo de prejuicio que tradicionalmente esté ligado a un área específica. De ahí la importancia de promover en las aulas un pensamiento crítico, de acompañar a nuestros alumnos a observar nuestro entorno para reformularlo o, al menos, plantear cuestiones sobre él.
Ante esta situación, incorporar a nuestro día a día la creación artística aporta luz a la reflexión y la autonomía del alumnado: les permite desarrollar procesos personales que huyen de respuestas estereotipadas y convencionales y les ayuda a deconstruir lo ya conocido para poder mirar de otra forma la educación, la cultura, la sociedad y la vida. No obstante, es una dinámica que hay que entrenar, no se nace sabiendo y aquí la guía y la práctica docente adquiere un valor fundamental, se requiere de un profesorado activo, flexible y creativo en sus prácticas docentes para ser capaces de llegar a nuestro alumnado.
No cabe duda de que promover la presencia de las enseñanzas artísticas en todas las etapas formativas de nuestros alumnos es un verdadero desafío, no sólo en el currículo sino también en la comunidad educativa. Para que un estudiante se sienta libre, los docentes deberán sentirse cómodos para poder llegar a ellos de una manera creativa y diferente. Conseguir abandonar una enseñanza centrada únicamente en los contenidos dejará espacio para el desarrollo de habilidades de pensamiento diferentes y, estoy segura de que la inclusión de una educación creativa dentro de la enseñanza, a lo largo de todas las etapas, estimulará la curiosidad y la motivación de aquellos que se ponen en nuestras manos en pro de la creación personal y del juicio crítico.
PorCarmen Masa, directora Académica de ESO y Bachillerato en el Colegio Alarcón