
¿Puede un jardín mejorar el aprendizaje en la escuela?. Si se planifica para que no requiera demasiados recursos (es decir, que sea sostenible), se adapte al clima y que los alumnos puedan utilizarlo de diversas formas, resulta que sí. Cinco colegios de la Comunidad de Madrid pudieron comprobarlo de primera mano gracias al proyecto educativo ‘Jardines sostenibles escolares‘, impulsado por el Real Jardín Botánico de Madrid. Su principal responsable, Clara Vignolo, lo transmitía esta propuesta educativa transversal a futuros educadores en una charla organizada por la Universidad UDIMA.
Vignolo, que trabaja como técnica de la Unidad de Programas Educativos del Real Jardín Botánico, explicó las bondades y entresijos que pueden florecer con este proyecto, especialmente en aquellos centros escolares con poca o nula vegetación. Se trata de una iniciativa que busca “mejorar la calidad de vida en las comunidades educativas” de Primaria y Secundaria a través de esos “jardines participativos”.
Ya sea en colaboración con la AFA (más habitual en Primaria) o directamente con los alumnos y profesores, el objetivo de Vignolo y su equipo era múltiple. Ante todo se esperaba poder incrementar los “servicios ecosistémicos” (mejorar el paisaje, la calidad del aire, aumentar la biodiversidad urbana…), así como crear zonas para el aprendizaje al aire libre. “¿Qué mejor forma de enseñar sobre las plantas que bajando al patio y diseccionando una flor? ¿Qué mejor forma de fomentar la lectura que leer en un lugar bello, además de servir para lugar de reunión y relajación?”, argumentaba.
Por otro lado, la experiencia fomenta la participación de la comunidad educativa en un proceso para “mejorar el ambiente del centro y desarrollar propuestas sostenibles” para las escuelas y el barrio. Y por encima de todo con esta actividad se pueden “transmitir conocimientos” sobre biodiversidad y prácticas sostenibles (la plantación, el suelo como recurso fundamental, etc.) “a cualquier ciclo escolar”.
Un pequeño oasis
Los proyectos de jardines sostenibles creados durante el pasado curso académico 2022-2023 contaron además con el apoyo de la FECIT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) y dieron como resultado mejoras significativas del espacio escolar y del vínculo del alumno. “Se trata de intentar vincular al alumnado y mantener ese vínculo con ese nuevo espacio creado entre todos”, defendía Vignolo.
“Los jardines creados ahora forman parte de la infraestructura verde urbana y mejoran la conectividad entre zonas verdes”, explicaba la técnico del Real Jardín Botánico. Como si fuesen “pequeños oasis”, estos jardines son como pasos para conectar los nodos o hábitats principales de la región (grandes parques como El Retiro o la Casa de Campo). Con ellos se aporta refugio y nutrientes a las especies.
A diferencia de sus homólogos convencionales, el jardín sostenible se caracteriza no sólo por aportar belleza, sino porque además lo hace adaptándose las condiciones naturales de la zona, sin desperdiciar los recursos y respetando el entorno, intentando usar siempre productos reciclables y naturales.
De forma muy didáctica, involucrar a los alumnos en alguna de las diferentes etapas que conlleva sacar adelante estos jardines, permite además redibujar el espacio escolar clásico, “en general monopolizado para el uso deportivo” (fútbol y baloncesto), señalaba Vignolo. Y esto se puede hacer extensible al monopolio del espacio urbano, destino a aparcar coches: “Es más bien una distopía; otros modelos de ciudad son posibles, como demuestran otras ciudades como Barcelona o Valencia”, trasladaba.
Guía para docentes pro jardines sostenibles
Vignolo explicó todas las etapas (planificación, análisis del suelo, regadío, selección de plantas, diseño de plantación y mantenimiento) y las actividades asociadas a cada fase. Son los pasos que requiere cualquier jardín, pero en este caso además permiten enseñar a los alumnos “de todos los ciclos”. Con el análisis del suelo, por ejemplo, pueden plantearse actividades que vayan desde moldear croissants en Infantil para ver si tiene mucha arena (y necesita aporte vegetal), hasta otros análisis más científicos en ciclos superiores, comentaba la técnico del Real Jardín Botánico.
Del trabajo surgió además la posibilidad de trasladarlo a los centros educativos que quieran emular esta postura verde y didáctica a través de la guía Un jardín para mi centro educativo: jardines escolares sostenibles, recogida por el CSIC en su editorial.
La guía incluye todas las etapas del proyecto, así como recomendaciones antes y después para prevenir problemas, planificar y adherir otras actividades educativas al jardín sostenible (cómics, cuentos). Resúmenes, objetivos, contenidos (muchos descargables, como la guía Mucho más que un jardín elaborada por la CAM), así como las actividades didácticas planteadas en el proyecto original.
Hablamos por tanto de una forma de trabajar “transversal a muchas asignaturas”, como advertía durante la charla la doctora en Ecología y profesora de la UDIMA, Cristina Fernández. Aunque parece enfocada a las Ciencias Naturales (fauna y flora), con ella se pueden trabajar competencias científicas, sociales, matemáticas (planos, presión del agua, escalas…), reflexionaba.
“A nivel educativo no tiene desperdicio y ofrece un servicio ecosistémico para los centros educativos y sus entornos urbanos”, aseveraba Fernández. “Fue un año agotador pero aprendimos mucho, y nos queda el agradecimiento y la implicación del alumnado y profesorado en esos espacios”, resume Vignolo.