La educación está para recuperar la capacidad de atención y “hacerse preguntas”

¿Para qué sirve la educación? La industria anda inmersa en una batidora de cambios. Muchos ven una revolución, otros sólo una huida hacia adelante, pues entre tanta innovación no damos respuesta a esa simple pero trascendental pregunta. ¿Queremos educar para que los alumnos un día tengan un trabajo? ¿O quizás nos interesa más apostar por crear personas que sepan moverse en un mundo que apenas hoy podemos imaginar? Hay muchas herramientas, como la redoblada IA, que pueden ayudarnos. Pero más importante que su potencial es qué queremos hacer con ellas, y preguntarnos si no hay otros aspectos más básicos que debemos revisar antes.

En torno a estos y otros complejos vericuetos, el evento The Global University Revolution organizado por la Schiller International University ha congregado este jueves a múltiples personalidades: filósofos, psicólogos, antropólogos, pedagogos, periodistas, ingenieros… y por supuesto educadores. Durante una jornada entera han tratado de reflexionar sobre cómo la disrupción tecnológica está cambiando las reglas del aprendizaje. Y qué papel queremos darle en esta revolución que atraviesa.

Se habló de cómo implementar modelos educativos de éxito, con apoyo de esas nuevas herramientas, y poniendo especial interés en temas de creciente peso, como la merma en nuestra capacidad de atención, de focalizar en una tarea. Un poliedro de cambios que la presidenta de la Universidad anfitriona, Marta Muñiz, resume en cuatro vértices o ejes de esta revolución.

Los modelos tradicionales deben cambiar (“la mayoría del aprendizaje ocurre fuera del aula”). Los estudiantes ya no son receptores de información, y deben desarrollar habilidades de análisis y pensamiento crítico (entre otros). Debe “romperse el silencio” entre facultades a la hora de diseñar los programas formativos; sólo así la universidad podrá ir “un paso por delante” en esta vorágine de cambios y poner el foco en los estudiantes. Y debemos asumir que el proceso de aprendizaje es vitalicio.

Ahora, ¿cuáles son los ingredientes con los que contamos para afrontar ese decisivo camino hacia una renovada educación? La IA se antoja un gran aliado, que más bien depende de qué límites y usos concretos le pongamos. Pero antes de aplicar innovación hay que atender cuestiones más primarias en la forma en que enseñamos.

Modelos de éxito: escuchar y comprender

Valerio Rocco, director del Círculo de Bellas Artes y profesor de Historia de la Filosofía en la UAM, trata de dar respuesta a esa pregunta que resonaba de fondo durante el foro. ¿Para qué queremos la educación en nuestra sociedad? Más que para adaptarse, debemos enseñar para “transformarla”. De ahí esa importancia de la mente crítica. ¿Podrá la IA sustituir al profesor? “Puede ser, pero no debería”, advertía Rocco, pues enseñar no es dar información, sino dar “modos de hacerse preguntas”, argumentaba.

Por ello para él la IA no es de momento una revolución como tal, más allá de las posibilidades como asistente para profesores y alumnos. En su opinión será realmente revolucionaria cuando nos permita, no dar nuevas respuestas al mismo problema, sino ver qué nuevos problemas puedo atender: “redefinir las preguntas”. Porque además, como artificial que es, esta herramienta no podrá cambiar modelos sobre la marcha en función de las necesidades y reacciones “subjetivas” de los alumnos; el profesor sí.

Gestionar las emociones será capital para los modelos educativos del futuro. Así lo defiende César Bona (experto en inteligencia emocional y galardonado como profesor del año 2015). En su propia experiencia preguntando a menores sin posibilidades educativas, el profesor ideal es aquel “que escuche a todos”, y que realmente haga que “se sientan escuchados”. Apuntando a la convivencia e inquietudes de cada alumno.

Porque muchos lo perciben claramente: ven “pánico” entre los alumnos al futuro, porque asocian su educación a un empleo. Ese es el marco del éxito en el que se mueven; un sueldo, una cifra. Imaginémonos si tienen que afrontar el aprendizaje para toda la vida… Si partimos de la base de que un abandono escolar es “una pérdida social” (como señala el doctor Miguel Ángel Montoya, director del hub de innovación del IFE y en el Tecnológico de Monterrey), tiene que haber un “acompañamiento” de los docentes a los alumnos.

Y es que la situación que hay, sin ir más lejos, en España es crítica. “Vamos en sentido contrario. Necesitamos una revolución curricular”, clama Toni García Arias (profesor, columnista y poeta, y mucho más que quería ser, también galardonado como docente del año 2021). Coincidiendo con él, tanto Montoya como Bona creen que el profesor es quien debe dirigir ese cambio curricular, asumiendo que los profesores deben dar ejemplo de “vocación” y “moral” en sus clases.

¿Atención robada o desentrenada?

Otro de los temas estrella de la jornada fue precisamente ese: ¿qué ha pasado en las aulas -y fuera de ellas-. Esa aparente disminución de nuestra capacidad para poner el foco en algo de manera continuada y profunda. Para algunos como el periodista Johann Hari hay evidencias de sobra. Como sostiene en su libro ‘Stolen Focus‘ (Foco Robado) los estudiantes de hoy mantienen la concentración en una tarea específica durante apenas un minuto (65 segundos). Y en los trabajadores de oficina la cifra no es mucho mayor, con apenas tres minutos de media.

Él mismo comprobó en un viejo amigo suyo cómo había una gran maraña de focos de atención repartidos al mismo tiempo, de manera obsesiva incluso, en las pantallas que ya nos acompañan a todas partes. El entramado de las redes sociales y las plataformas que buscan retenernos haciendo scroll es quien ha tendido esa trampa al cerebro, llevándolo a “hacer malabares” con las tareas. Por eso nos cuesta hasta ver una película. Y no es culpa nuestra (de forma individual) “Tu atención no ha colapsado, te la han robado”, explica el escritor del New York Times.

En su libro, Hari habla de aproximarnos a nuestro ‘estado de fluidez’ o flowstate en el que conseguimos dar la máxima concentración posible en el ser humano -algo así como cuando el tiempo vuela-. llegar a él depende de tres elementos, y serviría para recuperar esa atención con la que comercian las plataformas, (cuyo modelo de negocio debemos “vetar”).

Destinar una parte importante de nuestro tiempo a una sola cosa; asegurarnos que eso que hacemos es relevante parar nosotros; y llevarnos con ello al límite de nuestra capacidad “pero no más allá”. “Todos somos pro-tecnología”, abunda, “el debate es diseñar una que trabaje para nosotros (y potencie nuestras capacidades) o una que socava nuestra atención que cosechan ricos”.

Por su parte, José Ramón Gamo (director técnico de CADE Centres y especialista en desarrollo neuropsicológico) ahuyenta fantasmas: Chat GPT no es un problema. “No es un riesgo. Lo que sí lo es como las pantallas y el uso de tecnología sin valores, es meter un kalashnikov en una jaula de monos. Su preocupación reside en que los alumnos y ciudadanos del futuro no tengan pensamiento matemático, desarrollo lingüístico e interés por la lectura.

Porque estas son las tres formas en que se demuestra que tienes una inteligencia (o función ejecutiva) entrenada: nuestra capacidad para controlar la información, y nuestras emociones y sesgos (valores) al interpretarla. Es decir, sí tiene claro que cada vez hay más “población normativa con dificultades en la concentración”, pero no por deterioro de esta atención, ni en la concentración, sino por “baja estimulación” por uso excesivo de pantallas.

“Cuando decimos que cada vez somos más tontos los estudios dicen que lo que hacemos es dejar cada vez más funciones cognitivas en desuso”, asevera Gamo. El reto de las instituciones educativas es ese: “Abrir el melón de qué hacer para potenciar el desarrollo de la inteligencia de las personas, en lugar de pensar en qué información les damos”.

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