La mayoría de los niños de menos de diez años hacen uso de videojuegos no aptos para menores de dieciocho

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Los videojuegos han demostrado ser una herramienta de apoyo en el desarrollo cognitivo de niños y adolescentes, ayudando a mejorar su tolerancia a la frustración e incentivando las relaciones sociales con otros jóvenes. Sin embargo, el uso inapropiado de estos juegos interactivos puede impactar en el desarrollo normal de la persona a edades tempranas, alterando además su rutina y limitando las horas de sueño, la higiene, las actividades deportivas o las relaciones familiares y sociales. En este sentido, con motivo del Día Mundial de los Videojuegos, los especialistas del programa RECURRA-GINSO han querido reflexionar sobre los riesgos que supone el mal uso de estos pasatiempos electrónicos en la población más infanto-juvenil.

En la actualidad, según afirman los expertos de RECURRA-GINSO, más del 75 % de los consumidores de videojuegos tienen edades comprendidas entre los seis y catorce años; iniciándose cada vez más temprano, concretamente, entre los seis y ocho años. Esta situación ha provocado que los jóvenes establezcan relaciones sociales online y estén expuestos a contenidos explícitos o inadecuados antes. Por ello, es necesario que los menores estén supervisados por sus padres para asegurar un uso responsable de los videojuegos y obtener beneficios del tiempo que dedican a su consumo. “Cuando no existe control parental, los videojuegos pueden convertirse en una herramienta muy dañina para el desarrollo de las capacidades tanto personales como sociales en niños y adolescentes”, asegura Jesús Villanueva, subdirector de la clínica RECURRA-GINSO.

Algunos de los riesgos más comunes que presentan los videojuegos son el contacto directo con desconocidos de cualquier edad y origen, que en algunos casos puede llevar al grooming; el ciberacoso, ya que -como ocurre con las redes sociales- los videojuegos pueden utilizarse como una herramienta para perpetuar el acoso fuera de la escuela; o el aislamiento. Aunque los juegos en línea requieren de interacción con otros usuarios, fomentan que los jugadores no establezcan relaciones de calidad, ni conversaciones empáticas que contribuyan al progreso de sus habilidades sociales.

Otro problema muy común entre jugadores jóvenes es el uso de videojuegos no aptos para su edad. Cada vez es más frecuente que usuarios menores de diez años jueguen con videojuegos destinados a  un público mayor de dieciocho. Los códigos PEGI (Pan European Game Information) son la etiqueta que aparece en la esquina de las carátulas de los videojuegos y que indica la edad recomendada con un número y un código de color. Este código también señala en la parte posterior los contenidos sensibles como violencia, sexo, drogas, lenguaje soez, apuestas, contenidos discriminatorios o juego online. “Actualmente los padres no comprueban los códigos PEGI cuando compran videojuegos para sus hijos y en muchas ocasiones, incluso desconocen el significado de cada uno de ellos. Es muy importante que los padres utilicen los códigos PEGI como guía y apoyo para supervisar correctamente los videojuegos de sus hijos y que impidan que estos jueguen con contenido inadecuado para su edad y madurez”, añade Jesús Villanueva.

Una puerta abierta a la ciberdelincuencia

Además, los videojuegos pueden suponer una vía de acceso para que los ciberdelincuentes descubran información sensible del menor o de los familiares, vulnerando así su privacidad; se trata de una situación muy complicada de detectar y denunciar a las autoridades ya que no existe rastro del delito. Por otro lado, el consumo de estos juegos incita a comprar de forma online para poder adquirir capacidades o habilidades que permitan al usuario subir de nivel, se han detectado casos en los que jóvenes roban a sus padres para poder efectuar este tipo de transacciones.

“Para hacer un buen uso de los videojuegos es fundamental que los padres ejerzan un control parental físico y técnico. El control físico consiste en la supervisión y acompañamiento de los hijos, de manera que se regulen los horarios y espacios donde juega el menor y se supervisen los contenidos y relaciones que se establecen en la plataforma, y  el control técnico es una herramienta indispensable que deberían incluir todos los videojuegos para fomentar una utilización adecuada y regular las horas de uso, las relaciones sociales y los contenidos a los que están expuestos los usuarios menores de edad”, insiste Jesús Villanueva.

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