La salud mental entre los docentes: una asignatura pendiente

Las cifras alarman. El último informe del Defensor del Profesor destaca que en torno al 15 % de docentes han buscado ayuda por motivos de salud mental (Fuente: Infocop.es). Sin embargo, estas cifras distan mucho de acercarse a la realidad, pues son muchos los que no buscan apoyo y viven en silencio durante años ansiedad, estrés o depresión que acaban acarreando graves consecuencias para su salud psicológica, e impactando negativamente en el resto de la comunidad educativa.

¿Por qué los profesores se encuentran entre los colectivos profesionales más proclives a sufrir estrés o depresión? La docencia implica una gran carga mental. Los factores más estresantes para los docentes están relacionados con:

Conflictos en el aula: generalmente se hace más patente en secundaria. El profesor carece de autoridad, puede sufrir amenazas e insultos por parte de los alumnos, desafíos y un clima en el aula que no favorece el proceso de aprendizaje e instrucción.
Conflictos con los padres: los padres han tomado los centros docentes, pero no siempre en el buen sentido. Están más presentes que nunca en la actividad educativa, pero de una manera no regulada y que no siempre aporta: grupos de WhatsApp, comunicación inadecuada, control excesivo, y poco respaldo en general a la autoridad del docente.
Conflictos entre compañeros: la comunidad educativa es amplia y las relaciones entre compañeros o equipo directivo en ocasiones son fuente de discusiones y peleas.
Falta de recursos para atender a los alumnos con necesidades educativas especiales: en muchas ocasiones, sobre todo entre los maestros de primaria, les falta información, formación y recursos para atender a la diversidad de alumnos que necesitan una atención especializada dentro de sus aulas.
Situaciones de Bullying: El acoso escolar puede llegar a generar situaciones verdaderamente tensas entre alumnos, padres de alumnos y en el equipo directivo, pues faltan protocolos de actuación y recursos especifícos para su prevención y abordaje.

Todas estas situaciones pueden provocar estrés. El estrés es la respuesta del organismo ante situaciones para las que el individuo percibe que no tiene recursos para afrontarlas. Como las que acabamos de describir.

Esta respuesta implica una serie de cambios psicofisiológicos que preparan a la persona para enfrentar ese reto. En pequeñas dosis, y puntualmente, el estrés es bueno y necesario. Si no sintiéramos algo de estrés ante un examen final, no nos pondríamos a estudiar con dedicación para poder aprobarlo.

Sin embargo, cuando el estrés es persistente, y aparece de manera constante y con mucha intensidad, tiene graves consecuencias para la salud. Y no solo física.
A corto plazo, el estrés genera ansiedad, aumento de la tensión arterial, insomnio, fatiga y debilita el sistema inmune.

Si se mantiene en el tiempo, afecta de manera importante a nuestras defensas, al sistema coronario, o al sistema digestivo, entre otros. Nuestro estado de ánimo se resiente significativamente y aparece la depresión: tristeza, desánimo, falta de energía, desasosiego e irritabilidad.

Un docente estresado, con depresión, o ansiedad, afecta significativamente a toda la comunidad educativa. Su rendimiento profesional se ve mermado, impactando negativamente en la calidad de la docencia. Aparecen conflictos entre compañeros o con el equipo directivo, y el centro entero se resiente.

Hemos depositado sobre nuestros docentes más funciones que nunca: queremos que eduquen en valores a nuestros hijos, en nutrición saludable, civismo, educación sexual, prevención de las adicciones y un largo etcétera. Y les hemos quitado autoridad, apoyos y recursos. Lo raro sería que no estuvieran estresados.

Necesitamos profesores sanos psicológicamente. Son las personas que van pasar la mayor parte del día educando a nuestros hijos. Tienen la enorme tarea de acompañar a nuestros niños y adolescentes en su educación integral. Toda la sociedad debería cuidar con mimo a quien tiene tamaña responsabilidad.

Úrsula Perona, Psicólogo col. núm. 10775

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