
Los ordenadores portátiles han tenido sus inviernos y veranos en lo que se refiere a su uso en educación.
Uno de sus momentos álgidos fue la presentación del proyecto One Laptop Per Child (un portátil para cada niño) por parte de Nicolás Negroponte, su principal ideólogo, en el año 2005. Este proyecto suponía la creación de un dispositivo especialmente diseñado para la educación con un coste reducido (se hablaba del “ordenador de 100 dólares”). Este bajo precio se conseguía gracias a la eliminación de software propietario y al uso de componentes de hardware más sencillos. Además, y esto es algo que generó muchas críticas, solamente era posible comprarlo en partidas a partir de las 10.000 unidades, ya que estaba pensado para que fuera adquirido por gobiernos para, de esta manera, conseguir importantes economías de escala en los fabricantes.
La iniciativa One Laptop Per Child (OLPC) tuvo mucha repercusión mediática, y sirvió para que en muchos ámbitos se comenzara a concebir el uso de ordenadores en el aula bajo una perspectiva de “uno a uno” (un ordenador para cada estudiante). Lo habitual hasta entonces era que los colegios tuvieran aulas de informática fijas hacia las que se dirigían los estudiantes desde sus aulas para trabajar con los dispositivos. En este caso, eran los dispositivos los que se desplazaban hasta las aulas de los estudiantes.
La época de los “miniportátiles”
A raíz de esta iniciativa, se popularizó una categoría nueva de portátiles: los “miniportátiles”, con pantallas de aproximadamente 10 pulgadas, pensados para niños. Estos dispositivos no eran los de OLPC, ya que sí contaban con software propietario y sus componentes de hardware alcanzaban mayores prestaciones. De hecho, su precio habitual no eran los 100 dólares, sino que estaban más cercanos a los 300, dependiendo de los modelos.
En los años siguientes a estos dos movimientos, muchos países se lanzaron a la compra masiva de portátiles para los estudiantes, en campañas que se concebían como iniciativas sociales para llevar Internet a los hogares: el ordenador del estudiante podía ser utilizado también por las familias. Así sucedió especialmente en muchos países de Latinoamérica. En el caso de España, el Gobierno presentó el plan Escuela 2.0 en el debate sobre el estado de la nación de mayo de 2009. El plan se llevó a cabo principalmente, aunque no sólo, en las regiones donde gobernaba el mismo partido del Gobierno (Andalucía, Castilla-La Mancha, etc.) y en Cataluña y el País Vasco.
Las principales críticas a todos estos programas tenían que ver con el hecho de que las escuelas no disponían de acceso a Internet de calidad, y a que los dispositivos no se acompañaron, en general, de formación a los docentes para un uso didáctico de los mismos. Además, tampoco se acompañaron de contenidos.
La aparición del iPad en 2010 y las tabletas Android hizo que el foco se desplazara hacia ellas, lo que sumió a los portátiles durante unos años en un cierto olvido. Incluso One Laptop Per Child cambió durante un tiempo hacia One Tablet Per Child. La fascinación inicial por este tipo de dispositivos se fue difuminando y, más recientemente, ha vuelto el interés por los portátiles.
Los nuevos portátiles
La nueva primavera de los portátiles en educación ha tenido lugar después de que se tomara conciencia de que las tabletas son dispositivos para el consumo de contenidos, y no tanto para trabajar y producir con ellas. Pero el factor más importante de este resurgir tiene que ver con el lanzamiento de los Chromebooks por parte de Google.
Los Chromebooks se concibieron inicialmente como un terminal que sólo podía funcionar conectado a Internet, ya que todo su software dependía al 100% de la conexión. Era una opción muy radical de partida, pero que se ha ido popularizando por varias razones. Una de ellas es que poco a poco se ha ido facilitando su uso en entornos sin conexión, y otra es que con el paso del tiempo la conexión a Internet se ha ido haciendo prácticamente ubicua.
La principal ventaja de los Chromebooks es su sencillez de uso y de mantenimiento. También el hecho de que un mismo dispositivo puede ser utilizado por varios usuarios sucesivamente de una forma muy limpia, de tal manera que un carrito de portátiles puede desplazarse por las aulas en modelos que ya no están basados necesariamente en “un ordenador por alumno”, sino que pueden ser varios estudiantes para cada dispositivo a lo largo de una jornada escolar. Es más: lo habitual es que los estudiantes utilicen distintos dispositivos en cada una de sus sesiones, sin tener por qué ser el mismo.
Otra de las ventajas de los Chromebooks es su precio contenido. Esta estrategia de precios reducidos ha sido seguida después por sus competidores, con lo que las opciones se han multiplicado. Incluso se han lanzado tabletas bajo este sistema, ampliando aún más el abanico de posibilidades. El tiempo irá marcando cuáles tienen más sentido y dónde. Lo iremos viendo en esta sección.
Julián Alberto Martín
La tecnología, ¿mejora la educación?
Créditos de la imagen: “Chromebooks Rollout – Shenkus”by kjarrett is licensed under CC BY 2.0