
¿Qué se supone que debemos hacer como individuos supuestamente responsables de una sociedad que se empeña en desarrollar ciudadanos consumidores de detritos en forma de secuencia de imágenes e información detestables? El opio del pueblo nos ha llegado a través de canales insospechados. Deglutimos toda clase de ideas, noticias o pensamientos inducidos, simplemente porque nos hemos negado a nosotros mismos la capacidad de discriminar que es aceptable y que no.
Uno ya ha perdido toda capacidad de sorpresa. No voy a abogar por crear modelos sociales virtuosos en los que fijarnos, porque sería tanto como caer en el mismo error que cuando estoy criticando como esos modelos sociales que nos proponen son, ni más, ni menos, que una bazofia intelectual. El problema no está en el modelo en sí, sino en que alguien nos lo impone y nosotros los engullimos sin masticar. Da igual de donde venga la propuesta, ni cuán altruista sea. El “quid” de la cuestión está en educar, y educarnos, como ciudadanos libres con sentido crítico y, por tanto, con capacidad de discriminar en base a nuestro criterio fundamentado.
Hace pocos días leía una entrevista que hicieron al filósofo Anthony Grayling en El País. En ella mantenía que “Internet se ha convertido en la pared de un retrete donde todo el mundo puede verter sus mentiras o sus teorías de la conspiración”. Venía a sostener Grayling, que Internet se ha convertido en la “única fuente de la sabiduría”irrenunciable de nuestra actualidad. El acceso rápido e ilimitado a datos para ser consultados, hace que optemos por un modelo irresponsable de cimentación de ideas en base a la información obtenida en canales poco académicos, cuando no,directamente manipulados con interés partidista. Y coincido plenamente con sus planteamientos.
Que el germen del totalitarismo se encuentra en el uso indebido e interesado de la información, es algo que está perfectamente demostrado. Ya desde los años 20-30 del pasado siglo con la aparición de los regímenes totalitarios de ambos signos se conoce la fuerza de la desinformación y de la propaganda. No quiero ser agorero, pero esas mismas prácticas las empezamos a ver hace ya unos años en nuestra sociedad. La posverdad, la llaman ahora así, no es más que la utilización de elementos de comunicación ya conocidos, pero con un canal mucho más potente: Internet. Lamentablemente el uso político de esta herramienta se ha extendido como práctica política común, al punto de que nadie está interesado en acotarla y, como el hombre suele estar condenado a repetir su historia, y ya sabemos “que de esos polvos, aquellos lodos” , urge que desde la escuela trabajemos conceptos tan relevantes como el pensamiento crítico, la reflexión fundamentada o la capacidad de expresar nuestras ideas. Es necesario contraponer los modelos propuestos por otros, con ánimo interesado, por nuestra capacidad de configurar nuestro propio yo. No debemos dejarnos arrastrar al lodo de lo vulgar escenificado por pensamientos vacuos, por muy compartidos que estos sean, sino estar habilitados para desarrollar críticas fundamentadas y desarrollar nuestra propuesta. Sí, la propia e individual. Solo así estaremos educando a seres libres.
Y esa es nuestra obligación moral.
15, CEO de grupo Educación y Sistemas