
Se ha dedicado a la enseñanza más de medio siglo. Don Pablo Fernández es profesor de Historia de la Filosofía, a la que recurre en numerosas ocasiones para reflexionar sobre cualquier tema a cada momento. Los últimos años, como docente, los ha desempeñado en el Centro Educativo Salesiano María Auxiliadora de Salamanca. Don Pablo, ahora también conocido como el profesor más longevo de España, ha dedicado la mayor parte de su vida a la enseñanza y en ÉXITO EDUCATIVO hemos querido conocer y saber un poco más sobre este salesiano: quién es don Pablo y por qué sus alumnos le tienen tanto estima; cuál ha sido la motivación por la que ha estado tantos años al frente de la tiza y la pizarra y cómo se siente ahora que ha llegado el momento de retirarse han sido algunas de las cuestiones que le hemos trasladado.
¿Qué se siente al ser el profe más longevo de España? ¿Cómo han sido estos años de docencia?
La verdad es que se siente que esto es un récord, pero los récords hoy día están tan presentes… Resulta que Joaquín del Betis, a los 38 años, mete tres goles y es un récord y, bueno, el mío es un récord más: 66 años que creo llevo en la enseñanza. Lo vivo con total naturalidad. Al sucederse unos años tras otros sin ningún obstáculo, ahora, llegar a esta edad enseñando, me ha resultado lo más normal del mundo. Donde está la novedad es en dejar de enseñar y esto es lo que estoy viviendo. No es fácil de asumir, es cambiar por completo la realidad con la cual tengo que enfrentarme.
¿Qué sintió al ver lo que le habían organizado un acto en homenaje sus alumnos y antiguos alumnos?
Tengo que decir que tengo cierta alergia a los homenajes; tributados a mí, alergia completa… Fue una estratagema porque no esperaba nada de eso. Un día, la profesora que me ha sustituido para dar clase sobre Historia de la Filosofía, me llama y me dice: “Oye, que quería consultar contigo unas cosas y me gustaría que fuese el viernes a las 18:30 de la tarde”. Le digo que sí y, ese viernes, estando con ella, me dice, de nuevo: “Oye, que hemos hecho una figura de Aristóteles que hemos expuesto en el teatro. Me gustaría que fueras a verla”. Y con toda la inocencia del mundo voy, están todas las luces apagadas en el teatro y, al entrar, oigo un aplauso rotundo y pensé: “¿Me vuelvo o sigo adelante?”. Decidí entrar por no causar disgusto en la concurrencia que ya estaba. Fue una encerrona de homenaje que al final agradecí enormemente; no tanto por el homenaje en sí, sino por venir de la base, de los alumnos y también, supongo yo, de algún profesor que ha estado metido en el ajo. El hecho que haya venido por parte del alumnado, ha hecho que lo agradezca de una manera especial, cuando, ya he dicho, soy contrario a los homenajes. ¡Ha sido una encerrona!, agradable, pero encerrona.
¿Cuál es el recuerdo más emotivo que se lleva después de tantos años dedicados a la enseñanza?
Me resulta difícil encontrar el recuerdo más emotivo, pero recuerdo… Una situación que me impresionó y que casi hizo que me apartara de la enseñanza: fue el 11M en 2004, cuando los atentados de Madrid. Estaba dando clase de Historia de Filosofía, me parece que era COU entonces. Por la mañana, antes de entrar a clase, a las 8:15, oí en la radio que una explosión en Madrid había causado tantos muertos y, a continuación, vienen los chicos y me comentaban que había habido dos explosiones con no sé cuántos muertos. Y esto me impresionó tanto que lo uní con la Historia de la Filosofía que estaba dando. Llegó a afectarme tanto que tuve que ir al médico y me dijo que era algo emocional. El médico me mandó medicación, pero al final lo superé haciendo una mayor actividad física, mediante paseos al campo, y se pasó. Pero es un recuerdo que al unirlo con la clase que estaba dando, me causó tal disgusto que llegué a plantearme el dejar de dar clase. Porque entonces yo tendría unos 70 años, ósea que ya estaba en edad de jubilación. Pero es un suceso que tengo metido en la mente y es un recuerdo perdurable, de un acontecimiento social trágico que llegó a proyectarse en mi vida personal. Es un recuerdo triste.
Recuerdos agradables, el inicio de cualquier curso nuevo ha sido siempre feliz. Porque el comenzar un curso nuevo es tomar contacto con una juventud de caras nuevas y eso produce una satisfacción que puedo considerar como los recuerdos más estupendos de mi vida. El último año que inicié el curso, el año pasado, me puso en contacto con unos 60 alumnos estupendos todos: la mayoría de los que me hicieron la encerrona que hablamos anteriormente. Por lo tanto, el inicio del curso y establecer contacto con nuevas personas son recuerdos, enormemente, felices, y de una manera especial el de este último año.
¿Qué espera como docente para el futuro de la Educación? ¿Qué considera, por su dilatada experiencia, que se necesita para su mejora en relación a la calidad educativa?
Esto es un tanto problemático. ¿Por qué razón…? Se han seguido, mientras estoy en contacto con la educación, no sé cuántas leyes de Educación: LODE, LOGSE, LOE, LOMCE y se van sucediendo, casi anualmente. Esto es un problema, porque quien da la ley mete su ideología dentro de la cuestión. Creo que este problema se solucionaría con un gran Pacto por la Educación, pero lo veo muy difícil.
Porque el Partido Socialista parece que considera que la educación es suya y, entonces, cualquier intento que se haga y no coincide con sus planteamientos educativos, lo rechaza. Veo, con cierto pesimismo, el futuro. La solución creo que está en ese Pacto Educativo: entre todos los partidos, y que respetaran todas las opciones en la libertad de enseñanza y de centro. Ahí, creo, estaría la solución.
¿Qué recomendaciones les haría a los futuros docentes? ¿Y a los directores de centro?
No soy quién para recomendar nada a nadie, pero, en fin, si hay que dar algún buen consejo sería el de que cualquier acción que emprenda un novato sea por amor a los alumnos, por servir a los alumnos y por no intentar imponer una visión de las cosas. Todo aquello que se emprenda sea tratando de hacer el mayor bien a los alumnos. En una frase: amar a los alumnos. Y para ello, lo primero que hay que hacer es conocerlos. Un novato que se enfrenta a un curso nuevo, una situación nueva, que trate de conocer a los alumnos, que se dé un plazo de 15 días, de un mes, todo para que cada alumno, cuando se dirija a él, lo haga por su nombre. El nombrar a los alumnos por su propio nombre es señal de un reconocimiento de su dignidad y de que se le aprecia. Además, las decisiones que se hagan que sean siempre en favor de los alumnos y una manera de demostrar ese amor, ese bien, e interés por los alumnos es llamarles por su nombre. Que se sienta identificado como persona y estimado por quién es, con su carácter propio, con su temperamento y con su figura física y moral.
¿Qué será lo que más eche de menos de dar clase?
El contacto con los alumnos, porque eso rejuvenece. Si yo a hasta la edad en la que he dado clase lo he hecho con satisfacción enorme y con la aceptación de los alumnos es porque me ha aportado ese contacto rejuvenecedor. Los alumnos siempre tienen sus características, son jóvenes y traen novedades, les gusta una cosa y les gusta otra, pero el contacto con ellos te mantiene unido también a las nuevas formas que tiene la sociedad. Esto es lo que hace que se renueven las fuerzas y, en cierta manera, también se rejuvenezca.
Quisieramos saber, por último, ¿a qué va a dedicar ahora su tiempo don Pablo?
No lo tengo del todo claro. Estoy en un periodo de adaptación, pero espero contactar con la Universidad, de alguna manera, y, seguramente, realizaré alguna actividad de voluntariado para vivir una experiencia que no tengo. Bien en Caritas o Manos Unidas, en cualquier organización no gubernamental, creo que el voluntariado es algo que me va a llenar. A parte de eso, soy cura y seguiré en la parroquia con actividades que tienen que ver con el sacerdocio. Pero, en general, la Universidad y el voluntariado es lo que tengo yo en el horizonte más inmediato.