Primera parada: Amar lo que hago

Amar lo que hago

Permíteme estas líneas para hacer una reflexión más inspirada en la convicción de mi misión diaria que en los libros que verifiquen todo lo que voy a afirmar aquí (aunque los hay por ahí, los hay).

Creo que somos todos muy conscientes de que el mundo de la educación debe ser, fundamentalmente, un mundo al que hay que dar respuesta desde la vocación antes que desde la acción. Aunque, si me lo permites, te diré que así debería ser en todo lo que vivimos y hacemos.

La gestión educativa no está exenta de ello. Todo lo contrario. Necesitamos directores de centros educativos y directivos intermedios que amen profundamente lo que hacen y que acojan todo lo que tienen a su alrededor. Sólo desde ese ser lo que hago, sólo desde ese amar lo que pienso puedo contagiar a mi equipo, a mis familias, a mis alumnos, a mi comunidad educativa lo importante: amar aquello que hago.

Pero claro, de la misma manera que conocerás el proceso competencial de “saber”, “saber hacer”, entenderás, entonces, que no se trata solo de amar lo que hago, sino de saber amarlo. Y eso implica, sin ningún ápice de dudas, conocerlo. Obvio, ¿no crees? Yo no puedo amar aquello que no conozco…

Y esto, ¿cómo se concreta en un director de un colegio o en un gestor educativo o en un equipo directivo…? Vayamos por pasos…

PRIMER PASO: el autoconocimiento

Un líder educativo debe adentrarse en la exploración de su propia identidad profesional, entender sus motivaciones, valores y creencias. Como ya hemos hablado en otras ocasiones, conocerse a uno mismo es el punto de partida para liderar con autenticidad y para entregar todo lo bueno que llevamos dentro. Y, créeme, siempre hay algo nuevo que descubrir o redescubrir de uno mismo. Como dice Romano Guardini, a lo largo de las etapas de nuestra vida somos el mismo, pero no lo mismo. Así que es fundamental que te revises cada cierto tiempo.

SEGUNDO PASO: la inmersión en la realidad educativa

No basta con quedarse en la superficie; es necesario sumergirse en la complejidad de la educación actual, comprender las necesidades de los alumnos, el entorno cultural, social y económico en el que se desenvuelve la institución, así como las necesidades de nuestras familias y profesores. Y eso implica observar con eficacia, rodearte de personas que te cuestionen cuando sea necesario, formarte en todo aquello que te ayude a entender mejor lo que vives y gestionas.

TERCER PASO: el aprendizaje continuo

La educación es un campo en constante evolución y un líder educativo debe comprometerse con la actualización constante. Esto implica no solo estar al día de las últimas tendencias pedagógicas, sino también cultivar habilidades de liderazgo y gestión adecuadas a los tiempos que vivimos. Cuanto más conocimiento tengamos de lo que nos rodea, más creativo será nuestro quehacer diario.

CUARTO PASO: Conectar con lo que te rodea

No quiero llamarlo empatía, ya que es una palabra cada día más llena de “emoción” y más vacía de “razón”, pero se acerca. Es fundamental poder conectar mis pensamientos con los de las personas que tengo delante. De hecho, la conexión empieza cuando dejo espacio al otro, a lo que piensa, lo que sufre, lo que vive… Comprender lo que el otro necesita y por qué lo necesita es la llave para crecer juntos. Esto implica, como ya he comentado en otras ocasiones, un trabajo personal importantísimo.

QUINTO PASO: Visión compartida

Qué difícil… La visión compartida es dar el salto de lo que “yo quiero” a lo que “nosotros queremos”. Y para ello hay que hacer un camino que nos dirija a los “puntos de encuentro” más que a las diferencias. Sí, es cierto, para llegar se debe poner de las dos partes, pero alguien tiene que empezar, ¿no? Pues eso, empieza tú… Sé tú la primera piedra que permita construir la catedral.

Qué importante es tomar conciencia de que la clave en toda acción bien hecha es que lo hagamos con amor. Y esto no es una afirmación “ñoña” o exclusivamente emotiva, sino una declaración de intenciones: Conocer lo que hago para saber amarlo profundamente. Y desde ahí, desde esa entrega sincera y realista, solo puede crecer un árbol firme lleno de frutos.

Piénsalo…

Por Javier Luna Calvera, director académico, consultor y coach educativo

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