Ser directivo de un colegio, misión de riesgo

Todas las semanas visito centros educativos, en en mi calidad de consultor o de formador. Normalmente, mi interlocutor suele ser el director o directora del centro, o en su defecto, alguien del equipo directivo. Lo que veo y escucho, a veces, me inquieta sobremanera. Pues existe una carga de trabajo muy grande y una responsabilidad enorme para profesionales que, además, en muchas ocasiones, tienen que compatibilizar su labor de director con la de profesor. La mayor parte de los colegios tipo (tomemos un centro de 3 líneas y con todas las etapas obligatorias) cuenta con alrededor de 60 o 70 trabajadores entre personal docente y de administración y servicios. Es decir, gestiona un volumen de personas y presupuesto mucho mayor que muchas pymes y micropymes.

Esta situación se debe a varios factores. Uno de los más importantes, a mi juicio, es la formación. Pues ésta, en la mayor parte de los casos, se centra, básicamente, en la posesión de los grados de educación o una antigua licenciatura y su correspondiente CAP o, ahora, el máster del profesorado, acompañado de alguna formación extra. Algunos de ellos, también cuentan con algún posgrado en gestión y dirección de centros educativos. Estos posgrados han ido proliferando y palían en parte las deficiencias en gestión económica, de recursos humanos y algo en la parte de marketing educativo.  Pocos de ellos, al menos yo no me he encontrado a muchos, tienen estudios de ADE o de Económicas o un MBA.

La combinación de carga de trabajo junto a las carencias formativas y una Administración que no lo pone nada fácil generan un estrés enorme. Si a esto se le une que las familias cada vez son más exigentes, el cóctel explosivo está servido. Algunos centros, sobre todo privados y concertados, están optando por separar la gestión administrativa de la pedagógica con muy buenos resultados, pues liberan al director/profesor de una carga de trabajo inmensa y hace que se centre en uno de los dos aspectos.

Ante este panorama, no es de extrañar que casi nadie quiera prestarse ante labor tan dura. En la enseñanza pública, de hecho, esto hace que casi nadie quiera asumir el cargo de director. Según datos de hace diez en años en el País Vasco, el 70% de los directores tenían que ser nombrados obligatoriamente. Esa cifra lo dice todo y seguro que es bastante extrapolable al año 2019 y a otro tipo de centros.

Mi abuela siempre decía, con el sentido común que la caracterizaba, que el que mucho abarca, poco aprieta. Hoy por hoy ser directivo de un centro es una misión casi heroica y, como diría un castizo, “no está pagado”. La solución debería pasar por una mayor cualificación para la gestión con criterios empresariales, sin abandonar la debida sensibilidad y conocimiento del ámbito educativo; una mayor colaboración y ayuda por parte de las administraciones para evitar tanta burocracia; y, por qué no, apoyarse también en profesionales externos que pueden liberarles de tareas para las que los equipos directivos ni tienen tiempo, ni están preparados.

Víctor Núñez es consejero delegado de Éxito Educativo y director general de SchoolMarket. Profesor universitario, doctor en periodismo y autor del libro Marketing Educativo

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