Un estudio desmonta la tesis de que la segregación social influye negativamente en la educación

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La segregación social en la educación “no es un problema en España” ni una cuestión que tenga que ver con que un colegio sea público, concertado o privado, afirma sin ambages el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid Julio Carabaña.

La cuestión planteada en su trabajo es si la segregación social de las escuelas puede considerarse un problema de la enseñanza en España y, de acuerdo con las conclusiones alcanzadas, “los datos aportados indican claramente que la segregación social no es un problema a este nivel”, afirma en ‘La segregación social entre centros, un dudoso problema del sistema escolar’, elaborado a instancias de la Fundación Europea Sociedad y Educación.

Para este reputado sociólogo, la segregación social entre escuelas parece “uno más de los falsos problemas” que los sociólogos crean, tomando como reales las abstracciones que ellos mismos producen a partir de las estadísticas. Lo dice en un ejercicio de autocrítica sobre el conjunto de los especialistas de lo suyo, la sociología.

Esto que apunta sobre la segregación social “vale para quien se interese por la segregación socioeconómica” o para quienes están interesados en la concentración de inmigrantes. En este punto, sostiene, “el dato clave es más bien que carece de efecto sobre los resultados, una vez se tiene en cuenta la segregación por estatus socioeconómico y cultural”.

“Y para quienes están particularmente interesados en la segregación por tipo de gestión”, agrega, “el dato clave debería ser que también su efecto es nulo tras controlar la composición socioeconómica del alumnado”.

La inmigración tampoco es un problema

Además de la concentración de inmigrantes y el tipo de gestión de los centros, explica en su trabajo, se ha examinado el efecto de otras variables que contribuyen a la segregación socioeconómica y que pudieran tener efectos independientes sobre los resultados escolares.

Y tampoco, en este ámbito, el estudioso encuentra “que los tengan ni el hábitat ni las políticas de admisión de alumnos, pero sí, aunque muy pequeños, la concentración de alumnos que han cambiado de escuela”.

En su opinión, lo principal es, por un lado, que “hay poco que ganar en términos de igualdad reduciendo la segregación social entre los centros y, por otro, que las políticas para conseguirlo parecen costosas y de eficacia dudosa”.

Partiendo de estas premisas, se permite en el epígrafe de conclusiones lo que llama “algunas reflexiones que –ahora sí– entrarán en el campo de las políticas”. La primera y principal, apunta, concierne a la consideración de la segregación social entre escuelas como un problema sistémico.

“El argumento principal en contra sigue siendo, según creo, que, caso de que fuera un problema, no tendría solución a ninguno de los dos niveles de gobierno, central y autonómico, del sistema de enseñanza, pues nadie (con un poco de juicio, convendría añadir) pretende igualar la composición social de todas las escuelas de España o de cualquier CCAA, incluyendo concertadas y privadas”, asevera.

En este sentido, añade que ello queda “considerablemente reforzado por el hecho de que, de llevarse a cabo tamaño esfuerzo, acabaría como máximo con un 1,4% de la desigualdad existente en España, con menos del 1% de la existente en muchas CCAA o, como mucho, con el 5% de la existente en Canarias, 3,7% de la existente en el País Vasco o 3,4% de la existente en Madrid”. “Podría intentarse, quizás, en Melilla o Ceuta, ciudades pequeñas donde la desigualdad reducible llega al 2,2% y al 4,2%, respectivamente”, abunda.

Las leyes educativas

Para Julio Carabaña, y a la luz de su investigación sobre la base de los últimos informes PISA sobre resultados académicos, tanto el hecho de que la segregación social no sea un problema sistémico como las estimaciones sobre la importancia de sus determinantes “presagian escasa eficacia a los intentos de modificarla a través de leyes orgánicas, como ya lo prueban las experiencias de la LOE y la LOMCE, y lo hará pronto la de la LOMLOE”.

En la senda de la LOE, valora Carabaña, la LOMLOE extiende la ‘distribución equitativa’ a los alumnos que se encuentren en ‘situación socioeconómica desfavorecida’, lo que “divide a los ciudadanos en dos clases, los socioeconómicamente favorecidos que pueden elegir y los desfavorecidos que quedan como cargas a repartir”.

Como (casi) colofón, anota este catedrático de Sociología, “afirmar que la segregación social no es un problema de los sistemas escolares no es negar la existencia de problemas de segregación variados y dispersos, cuyo ámbito adecuado de diagnóstico y tratamiento son los espacios en que los alumnos pueden moverse por sí mismos entre la casa y la escuela”.

“En esos ámbitos”, agrega, “es posible el tratamiento y en esos ámbitos sería relevante el diagnóstico. Es muy probable que, en muchos de ellos, el impacto de la segregación social sobre la desigualdad de resultados llegue a ser tan débil como a escala más amplia, si no más, pero también es posible que haya lugares en que el impacto sea fuerte. Habría que averiguarlo en cada caso antes de actuar”, finaliza.

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