
El pasado fin de semana nos desayunamos con las declaraciones de la Ministra de Educación, que en una entrevista con La Voz de Galicia, declaraba que “el objetivo es que el próximo curso todo alumno tenga su propio dispositivo tecnológico“. Es más: en la entrevista, Celáa afirma que “nosotros trabajamos para poder disponer en septiembre de esa herramienta digital para el alumnado”.
¿En septiembre todos los estudiantes tendrán su propio dispositivo? Esa parece ser la idea de la Ministra.
¿De dónde va a salir el dinero para ello? El mismo fin de semana pasado también leímos que la Administración General del Estado transferirá 2.000 euros a fondo perdido a las Comunidades Autónomas en septiembre para que lo inviertan en educación. A falta de confirmación final, porque aún puede haber modificaciones, parece que la medida será aprobada en los próximos días.
La mayoría de esos 2.000 millones de euros inyectados en educación irá probablemente para la contratación de más docentes, u otras medidas que las CCAA consideren adecuadas. Pero leyendo las dos noticias juntas puede parecer que se está organizando una gran inversión para la compra de dispositivos educativos para los estudiantes por parte de las Comunidades Autónomas.
Sentido económico
Muchas personas pueden opinar que comprar ordenadores a los estudiantes no debería ser una prioridad en estos momentos. Pero conviene tomar un poco de perspectiva y tener una visión general para comprender por qué dotar de dispositivos al alumnado es una muy buena opción.
Un dispositivo adecuado para educación puede suponer una inversión de 300 euros, por fijar una cantidad. Por cierto que esa cifra se parece bastante a la que suelen dedicar las familias para cada hijo al comienzo del curso escolar, en septiembre. Las familias deben adquirir libros de texto y material escolar diverso cada año. Pero un ordenador debería ser una inversión para varios años.
Por ejemplo, los Chromebooks ofrecen actualizaciones para ocho años. Y no es necesario llegar a tanto. Si los libros y recursos educativos de aula fueran 100% digitales, la escuela se podría ahorrar los desembolsos en libros de papel y cuadernos de trabajo que se hacen cada año. Naturalmente habrá que contar con licencias de software, pero esas licencias deberían ser menos gravosas para las familias que los títulos en papel. Utilizando ordenadores se amortizaría la inversión en el segundo año.
Son varias las Comunidades Autónomas que tienen una política de gratuidad de los libros de texto. De hecho es un tipo de medida que se está extendiendo cada vez más. Si estas administraciones hicieran un ejercicio de análisis de costes verían que les saldría mucho más rentable subvencionar lo digital, incluso incluyendo la inversión en dispositivos. Con una buena práctica de compras en gran volumen conseguirían descuentos que, incluso, podrían hacer rentable este cambio en el primer año de su implantación.
El momento es ahora
Pero si además se emplea para la compra de dispositivos un dinero “extra” que viene otorgado desde Europa para la modernización y digitalización de los países, y que no hay que devolver, la transición hacia lo digital cobra aún mayor sentido. El paso a lo digital tiene la barrera de entrada del hardware, pero una vez salvada ésta, resulta mucho más sostenible econoómicamente que la educación tradicional con libros de papel.
Por eso, nuestros dirigentes deberían aprovechar los fondos europeos que se están liberando con motivo de la pandemia para modernizar la estructura económica de los recursos educativos. La política de gratuidad de los libros de texto debe transformarse en una política de transición digital en todas las aulas. Es un paso que debería haberse dado hace tiempo. Pero ahora hay una grandísima oportunidad que no debe desaprovecharse.
Por lo que hemos leído en prensa este pasado fin de semana, nuestros políticos parece que sí lo tienen claro. Ha tenido que venir una pandemia para que las viejas estructuras de recursos educativos sean renovadas. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Pero esto es válido no solamente para la escuela pública, con las grandes inversiones europeas. La educación privada también debe dar el paso. Los centros privados que no se pasen a lo digital van a quedar descolgados en comparación con la escuela pública.
Y si no quieren o no pueden dar el paso en un solo golpe financiero a muy corto plazo, no tienen más que contratar un servicio en el que puedan amortizar la inversión. Un plan de 4 años para cada dispositivo supone que cada curso el ordenador necesita 75 euros. Pero se utiliza desde el primer día. Y los ahorros en recursos se consiguen ya desde el primer año.
Así pues, no hay tiempo que perder. ¿Han planificado ya cuáles van a ser los dispositivos de sus estudiantes en septiembre?
Julián Alberto Martín