Una educación “zoombada”

no verbal

Lo confieso. Tengo lo que los americanos han diagnosticado como zoom fatigue”. Tantas horas delante del ordenador, con reuniones virtuales que obligan a prestar un extra de atención, a ponerse colirio en los ojos tras tres horas seguidas de contenido online, a pegar el trasero al asiento para no perderme nada y a levantarme con la pierna dormida (mira que sé de la importancia de la higiene postural) me han pasado factura.

A mi hija (2º de la ESO) y sus compañeros todavía más. ¡Por no hablar de los docentes, que han tenido que empalmar una clase tras otra! Y eso que, gracias a Dios, en el caso del colegio de mi hija, la mayoría de las clases han sido presenciales y el modelo híbrido solo se ha aplicado en casos puntuales debido al COVID-19 (o la COVID-19, ya me dirán los profes de lengua qué género es preferible utilizar).

La cuenta atrás de este curso 2020-21 ya ha comenzado y lo cierto es que, a pesar de que profesores y alumnos, se han ido adaptando a la nueva “tecno-realidad escolar”, todavía, en mi opinión, hay más sombras que luces.  Si como dicen los expertos, esta nueva modalidad de enseñanza híbrida ha venido para quedarse, es hora de hacer balance y, sobre todo, de aprender de los errores para que el próximo mes de septiembre el aprendizaje en remoto no sea sinónimo de desconexión, ni emocional ni mental.

¿Cómo conectar con los alumnos a través de la pantalla?

La clave está en no caer en la monotonía e implicar a los estudiantes con preguntas, actividades y crear dinámicas a través de las cuales interactúen y se impliquen. Y por supuesto, darle a la comunicación no verbal el papel que se merece.

Yo misma puede comprobar, en plena ola pandémica, como un profesor- no diré nombre ni asignatura- daba una hora de clase con un tono monocorde, volumen bajo, sin inflexiones vocales, con un plano de cámara excesivamente corto, mal iluminado y sin ningún apoyo visual extra. ¡Vamos, la antítesis de la motivación en la educación! Y, por si fuera poco, los alumnos tenían su cámara apagada con lo cual era imposible recibir cualquier tipo de feedback facial o gestual.

Las clases virtuales demandan, por parte del docente, una mayor observación y conocimiento del lenguaje no verbal.  Ya sabemos que todo comunica y en el contexto online el cómo juega un papel fundamental.  No sólo es importante que los profesores sean conscientes de qué están proyectando con su comunicación no verbal, sino que han de monitorear la de los alumnos.

Distancia física que no emocional

Lo bueno de la clase online es la ausencia de mascarilla, un elemento que en presencial y dadas las actuales circunstancias, suponen una barrera comunicativa importante porque impide descifrar buena parte de las emociones, las intenciones y las motivaciones de los alumnos. Esto, (me refiero a poder ver el rostro) debería de suponer una ventaja. Pero ojo, la bidireccionalidad implica que los estudiantes también están observando al docente, y huelga decir que son extremadamente críticos.

Por eso, en el transcurso de las clases virtuales es importante exagerar un poco los gestos faciales y corporales – que siempre han de ser congruentes con lo que se está explicando- y, sobre todo, mantener un constante contacto visual, observando las caras de todos los participantes en la pantalla.

La cámara del ordenador es el punto al que hay que mirar al impartir la asignatura si se quiere que los alumnos tengan la sensación de que se les está hablando directamente a ellos. Asentir con la cabeza cuando toman la palabra o acompañar las explicaciones de una mayor gesticulación con las manos (es importante que el tipo de plano sea medio para que se puedan ver), ayuda a fijar los mensajes, proyecta seguridad y dominio y genera una mayor comprensión de la materia por parte del estudiante.

Vocalizar también requiere un mayor esfuerzo por parte del profesorado en el escenario virtual. El tono, el volumen, la modulación de las palabras, el énfasis en algunas de ellas… todo suma a la hora de transmitir el mensaje.

Así que, si como dice Jeremy Bailenson, director fundador del Laboratorio Virtual de Interacción Humana de la Universidad de Stanford, esto de trabajar (o enseñar, añado yo) en  remoto puede resultar extenuante, habrá que ir pensando en diseñar y planificar bien las estrategias de contenido de cara al próximo curso y, sobre todo, la puesta en escena.

Ahora más que nunca es importante crear espacios en los que los alumnos se sientan motivados e implicados, darles voz, estar pendientes de su lenguaje gestual, de su actitud, de sus necesidades y de la energía que se crea en el aula virtual para generar puentes comunicativos que favorezcan el aprendizaje y la conexión.

Susana Fuster es periodista, docente y máster en Comportamiento no Verbal, miembro del Consejo editorial de ÉXITO EDUCATIVO y Autora del libro: “Hijos que callan, gestos que hablan”, lo que los adolescentes dicen sin palabras (Editorial Espasa)

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