
Espero que éste escrito no se lea con ninguna carga ideológica porque está escrito desprovisto de ella. Escribo como ciudadano; como miembro de una sociedad en la que me ha tocado vivir y, lo que más me ocupa y preocupa, en la que les ha tocado vivir a mis hijos; y escribo con interés de que mi denuncia sirva para abrir ojos y sensibilizar emociones.
En 1898 Émile Zola escribió su J,acusse en medio del escándalo Dreyfus en forma de carta abierta al Presidente de la República y así denunciar el injusto trato que la justicia francesa había aplicado al capitán Dreyfus, judío alsaciano, acusado y condenado por alta traición. No pretendo, ni mucho menos, no estoy tan pagado de mi mismo como para hacerlo, ni compararme con Zola, ni dirigirme específicamente a nadie en concreto, porque la realidad es que, en esto han y hemos intervenido muchos actores y desde hace mucho tiempo; pero si quiero hacerlo en forma de carta abierta dirigida a todo aquel que tenga a bien leerme y con el ánimo de que esta aportación llegue a servir de algo para el fin que persigue: mejorar nuestro sistema educativo.
Yo acuso,
A la izquierda de este país por pretender desarrollar políticas educativas que lo único que pretenden es igualar estableciendo unos niveles ínfimos que no promuevan el desarrollo de la persona y su crecimiento como individuo. Hay que colectivizar.
A la derecha que solo se interesa por estructurar un programa educativo en base a contenidos incluyendo asignaturas en el currículo, que lo único que persiguen es agradar a grupos de interés partidista, y que provocan currículos rígidos y nada adaptados a una sociedad cambiante y con múltiples desafíos siendo ellos quienes más y mejor deberían entender la importancia de educar a nuestro alumnado en esas competencias.
Acuso a ambos de preferir establecer currículos educativos en los que no se eduque a nuestros alumnos en el pensamiento crítico, en la capacidad de análisis, en su capacidad de expresar su contento o descontento, en competencias lingüísticas, en desarrollar mentes creativas, en definitiva, en hacer ciudadanos capaces de discrepar desde el respeto y la argumentación lógica. Hacer ciudadanos más formados y competentes, probablemente porque son ciudadanos más “incómodos”.
A los medios de comunicación a los que se les llena la boca destacando la importancia de que los políticos presten atención al sector educativo, pero que ellos mismos son incapaces de hacerlo y no se dignan a publicar noticias y poner en valor grandes prácticas educativas de centros infantiles, colegios, universidades o centros de posgrado. Solo se publican noticias sensacionalistas. También a esos programas inmundos de televisión que adocenan y banalizan a nuestros menores ….y mayores, haciendo que su espíritu crítico y discrepante quede anulado.
A las instituciones del Estado en sí, que tampoco reconocen ni premian esas iniciativas. Si lo hicieran serían un gran acicate para todos aquellos que nos dedicamos a la labor docente.
A las personas, a los ciudadanos, a nosotros. A las familias que no ponemos en valor la extraordinaria labor de buena parte del profesorado y actúan restando autoridad (moral) dificultando su labor. A los equipos directivos que no promovemos la innovación en nuestros centros, que no buscamos una autonomía mayor para hacerlo porque nos sentimos cómodos en nuestro contexto controlado y ordenado. Al profesorado porque no grita lo injusto de su situación y la indebida percepción que se tiene en la sociedad de su situación y el escaso reconocimiento que les profesa. No debemos aceptar la pusilanimidad como un valor social, ni podemos asumir que desde ese valor nos acomodemos en un espacio que no nos corresponde. A nuestros alumnos hay que educarlos desde la audacia, la crítica, la osadía, la mesura, y la ecuanimidad, porque es la única forma de que interioricen que esos son los valores que queremos que ellos desarrollen para que, a su vez, puedan configurar su nueva sociedad.
Sólo no acuso a nuestros hijos e hijas, nuestro alumnado, que debería ser el receptor de una educación mejor y más coherente que les prepare de forma adecuada para un futuro cada vez más incierto. Lamentablemente, entre todos los agentes que debemos participar en construir ese, su proyecto de futuro, no poniéndonos de acuerdo ni demostrando que de verdad pensamos en ellos, no somos capaces de articular.
En estos momentos en los que se ha hecho palpable la ineficacia de un sistema educativo obsoleto e incapaz de dar respuesta a unas necesidades propias de una sociedad moderna, tanto por nuestra capacidad de seguir dando respuesta a las necesidades educativas de nuestros alumnos en todas las edades, como por el escasísimo sentido crítico de una sociedad que ha asumido adocenada frente al televisor una situación inaceptable, se hace necesario un pacto honesto y bien estructurado por la educación.
Yo acuso. #pactoporlaeducaciónYA!
Jaime García Crespo, CEO de Educación y Sistemas
¡Interesante reflexión!
Sería todo un éxito conseguir “una comunidad de diálogo” en la que los afectados pudieran participar en las deliberaciones para mejorar el sistema educativo y consensuar un sistema que todos pudieran llegar a preferir y a aceptar frente a los demás.