La UNESCO, en colaboración con la Fundación SM, ha publicado un Decálogo de condiciones para transformar la educación bajo el impulso de los equipos docentes, destacando el papel central de los docentes como agentes esenciales para el cambio en los sistemas educativos. Además, la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), le ha dado difusión a través de su plataforma suscribiendo todo lo que indica el decálogo.
El profesorado ocupa un rol central en el sistema educativo, siendo uno de los factores más influyentes en el aprendizaje del alumno. Según el informe Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación (UNESCO, 2022), es necesario replantear la profesión docente como una actividad colaborativa, promover su formación continua, garantizar su participación en la toma de decisiones y reconocer su contribución como generadores de conocimiento.
Este documento identifica diez pilares esenciales que deben considerarse para abordar los desafíos de la educación en Iberoamérica y garantizar un entorno de aprendizaje inclusivo, innovador y adaptado a las necesidades contemporáneas. El decálogo establece que cualquier transformación educativa debe partir del reconocimiento de los docentes como actores fundamentales en el proceso.
El primero de estos principios destaca la importancia de cuidar el bienestar integral de los y las docentes. Reconociendo que el bienestar de los educadores es fundamental para el desarrollo de una educación de calidad, este punto subraya la necesidad de proporcionar un ambiente laboral que favorezca tanto la salud física como emocional del profesorado.
El segundo punto se centra en mejorar las condiciones de trabajo de los y las docentes, asegurando que tengan los recursos necesarios para realizar su labor pedagógica de manera eficiente. Este principio también resalta la importancia de proporcionar un entorno de trabajo adecuado y libre de tensiones innecesarias.
Otro aspecto del decálogo es el refuerzo de la atención tutorial y el acompañamiento pedagógico, trabajando en colaboración con la comunidad educativa. Esta estrategia implica una mayor implicación de los equipos docentes en el desarrollo académico de los estudiantes, creando una relación de apoyo mutuo entre docentes, estudiantes y familias.
La creación de una cultura colaborativa en las comunidades educativas es el siguiente punto clave. Promover un ambiente donde los equipos docentes se apoyen mutuamente en el desarrollo de su trabajo pedagógico y en la mejora continua de sus prácticas, es fundamental para avanzar hacia una educación de calidad.
El decálogo también subraya la importancia de apoyar la autonomía y la libertad académica de los equipos docentes. Este punto destaca que, si bien los docentes deben operar dentro de un marco de corresponsabilidad, también deben gozar de la libertad para desarrollar sus métodos pedagógicos y adaptarlos a las necesidades de sus estudiantes.
En relación con el clima educativo, el decálogo propone favorecer un ambiente adecuado en entornos educativos inclusivos, equitativos, seguros y saludables, donde se cuide el bienestar de docentes y estudiantes y se promueva un aprendizaje enriquecedor. La creación de espacios seguros para el aprendizaje, tanto para los docentes como para los alumnos, es crucial en la mejora de la educación.
El sexto punto hace énfasis en crear un modelo de desarrollo profesional que atraiga, forme y retenga a los mejores docentes. Para ello, es necesario establecer programas de capacitación y actualización continua, así como un entorno que incentive a los educadores a seguir creciendo profesionalmente.
El siguiente principio es el cuidado de los salarios, asegurando que sean acordes con la responsabilidad que implica la labor educativa. Esto es esencial para reconocer la labor docente y garantizar que los educadores puedan desempeñar su trabajo de manera satisfactoria y sostenible.
Además, el decálogo propone la implementación de políticas de equidad de género y de diversidad cultural, buscando que el ámbito educativo sea inclusivo y representativo de las diversas realidades sociales, culturales y de género.
Por último, el decálogo hace un llamamiento a propiciar una mayor implicación de los equipos docentes en la estrategia educativa, tanto en las decisiones de los centros como en el diseño de políticas educativas de mayor alcance. Esta participación activa de los docentes en los procesos de toma de decisiones es clave para garantizar que las reformas educativas sean efectivas y respondan a las necesidades reales de las comunidades educativas.
Estas condiciones buscan promover una transformación educativa que no solo beneficie a los estudiantes, sino que también valore y apoye a los docentes en su rol fundamental como agentes de cambio en el sistema educativo.
La directora de la Oficina Regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, Esther Kuisch Laroche, destacó que, «el decálogo es un paso clave para fortalecer el rol esencial de los docentes en la transformación educativa. En la UNESCO creemos que los maestros, como el corazón del proceso educativo, necesitan condiciones y formación adecuadas para enfrentar los retos del siglo XXI. Este documento ofrece un marco para avanzar hacia una educación inclusiva y de calidad, invitando a todos los actores a desarrollar políticas que pongan a los docentes en el centro. La valorización de su labor es clave para lograr una verdadera transformación».
Por su parte, el director de la Fundación SM en Chile, Rafael Gómez, reflexionó sobre el objetivo de la publicación. “Pienso en la imagen de un docente enseñando a su estudiante, en ese momento de encuentro vital, que hace emerger lo mejor de cada persona. Y para que ello siga ocurriendo de la mejor forma, debemos velar por asegurar las mejores condiciones. Este es el propósito de este decálogo, el cual presentamos como un documento abierto y vivo que busca incidencia en la política educativa como también en la comunidad escolar, a partir de reflexiones colaborativas, en especial, de los equipos docentes”, explicó.