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Estudiar no solo es solo aprender los ríos de España, o saber multiplicar y dividir. Va mucho más allá. La enseñanza hoy en día es integradora. El objetivo es aprender, sí, pero lo más importante es que los alumnos aprendan a aprender. Y para ello, es necesario tener un espíritu crítico. De hecho, este asunto está considerado como una de las competencias básicas que debe tener el alumnado en todas las etapas educativas.
Tener pensamiento crítico es fundamental para el desarrollo cognitivo y para poder saber tomar decisiones informadas, así como saber evaluar y resolver problemas de manera reflexiva y creativa. Fomentar el espíritu crítico debe estar en la mente de todos los profesores y eso significa establecer estrategias en el aula para que los alumnos puedan alcanzar este pensamiento que les llevará a ver la realidad de una mejor manera.
La pregunta es cómo se puede conseguir que el alumno tenga espíritu crítico. Cómo se puede animar a que los niños, adolescentes e incluso adultos en el sistema educativo actual aprendan a aprender, aprendan a ser reflexivos, a analizar y resolver los problemas que se les van presentando de una manera crítica.
Desde el punto de vista del profesorado, la clave es promover el cuestionamiento. Hay que animar a los estudiantes a hacerse preguntas sobre lo que les rodean, a no ser meros espectadores, sino que formen parte activamente de una sociedad. Y eso se hace a través de un ambiente donde no existan respuestas “incorrectas”, sino que se valore la exploración de las ideas.
También es importante involucrar a los estudiantes en debates y discusiones constructivas. Los debates, en una aula llena de adolescentes puede ser una jungla, pero si están bien guiados y apoyados por el profesor, puede ser una buena manera de que se fomente la investigación de ideas, aunque no sean las suyas, y la escucha activa de los rivales, para así poder contestarles adecuadamente. Si escuchan activamente, son capaces de aprender, aunque sea aprender que no les gusta lo que están oyendo.
El profesor también puede presentar desafíos que requieran un análisis profundo y soluciones creativas. Estos problemas pueden estar basados en la experiencia, en la vida real, para que así el alumno pueda saber cómo se pueden enfrentar a este tipo de cuestiones en su día a día desde un punto de vista más crítico y analista.
Otra manera de poder fomentar el pensamiento crítico es la de animar a los estudiantes a buscar información por sí mismos. Y eso no significa dejarles al libre albedrío, sino todo lo contrario. El profesor se convierte en guía, en la persona que les lleva de la mano por todas las opciones y les muestra cómo conseguir la información, proporcionando los recursos que puedan necesitar en cada momento pero dejándoles solos a la hora de conseguir la información. Siempre se ha dicho que la mejor manera de aprender es cuando uno se equivoca. Aprendemos de los errores, de los obstáculos, pero si siempre nos los solucionan previamente, es muy fácil tropezar otra vez con la misma piedra.
El profesor también debe integrar la reflexión en sus enseñanzas. Hay que dedicarle un tiempo y un momento tanto en las actividades de clase como en los proyectos y deberes mandados a casa. Es importante preguntar a los alumnos qué aprendieron, qué podrían haber hecho de manera diferente y cómo pueden aplicar ese conocimiento en el futuro.
Del mismo modo, es interesante variar las perspectivas, introduciendo diferentes culturas, opiniones y enfoques en el aula. Esto amplía la visión de los estudiantes y los asienta a cuestionar sus propios sesgos.
Ahora bien, los alumnos también tienen su papel en este asunto de conseguir el espíritu crítico. Deben saber escuchar activamente, prestando atención a las opiniones de los demas y tratando de comprender todos los puntos de vista antes de responder, lo que fomenta la empatía y la apertura mental.
Asimismo, deben saber leer de manera crítica, analizando los textos y cuestionando la autoridad de la fuente, buscando posibles sesgos y evaluando la calidad de la evidencia presentada. No en vano estamos en un mundo en el que las fake news están proliferando y se pueden encontrar en todos lados. La clave es que los alumnos no se fíen a la primera, que busquen fuentes fiables cuando algo les chirríe, cuando algo no les cuadre.
Los alumnos también deben saber que una opinión no es el resultado de algo precipitado. Es importante investigar y considerar opiniones diferentes a las suyas para así saber y respetar lo que otros piensa y formarse un pensamiento propio y único. Es difícil de hacer con grupos de adolescentes, ya que el grupo es la base de su sociedad, pero al menos tienen que tener ese espíritu.
Por supuesto, hay que saber aprender de los errores, ya que son oportunidades para el crecimiento. Hay que reflexionar sobre qué salió mal y cómo se puede mejorar.
Cómo aplicarlo en el aula
Todo lo que hemos explicado parece sencillo, pero a la forma de aplicarlo en el aula no lo es tanto. Pero hay estrategias que se pueden seguir, como la de crear un debate sobre temas controvertidos. Eso sí, el profesor tiene el poder, es el que organiza los grupos e incluso el que indica quién va a defender qué. Por eso, siempre es positivo que un grupo o persona que está muy a favor de un determinado asunto se le ponga a discutir justo lo contrario. Así aprenderá a entender el otro punto de vista y, por lo tanto, respetar otros puntos de vista que no son el suyo. Al fin y al cabo, siempre querrán ganar el debate.
Otra de las maneras para fomentar el espíritu crítico es mediante el estudio de casos específicos, sacados de la vida real. En este caso, se les debe pedir a los estudiantes que propongan soluciones basadas en la evidencia.
El profesor también puede pedir que los alumnos resuelvan problemas éticos, también basados en la realidad, aunque sea en una realidad de otro país lejano pero que igualmente remueva conciencias. Habrá entonces que preguntar a los alumnos cómo se comportarían ante estas situaciones, justificando sus decisiones.
Por supuesto, los proyectos de investigación suelen ser claves para el fomento del espíritu crítico, sobre todo cuando tratan temas de interés personal. El profesor se convierte otra vez en guía de los estudiantes en la evaluación crítica de sus hallazgos.
El pensamiento crítico es una habilidad que se puede aprender y desarrollar con el tiempo. Solo se requiere de esfuerzo, tesón, y muchas ganas por parte del profesorado y también del alumnado. Con espíritu crítico se puede llegar a muchas cosas, y también se madura.
Ana Lacasa es licenciada en Filología Hispánica, en Periodismo y profesora de Lengua Española y Literatura