La neuropsicología es una disciplina científica entre la neurología y la psicología, que estudia la relación entre el cerebro y las funciones cognitivas, conductuales y emocionales, explorando cómo las estructuras y procesos cerebrales pueden afectar a procesos cognitivos como el lenguaje, la memoria o la atención.
A finales del siglo XIX y principios del XX, comenzaron los primeros estudios acerca de cómo las lesiones cerebrales afectaban a las funciones cognitivas y conductuales. Paul Broca en 1861, descubrió al atender a un paciente que sufría epilepsia y pérdida del lenguaje, que tenía un tumor en el lóbulo frontal izquierdo. Continuó con sus investigaciones las cuales confirmaban que las personas que sufrían lesiones en un área concreta del hemisferio izquierdo, conocida hoy en día como el área de Broca, veían afectada su capacidad de hablar, pero no de comprender, capacidad que seguía intacta. En la misma línea de investigación de cómo las funciones cognitivas complejas estaban localizadas en áreas específicas del cerebro, Carl Wernicke (1874) descubrió un área, llamada área de Wernicke, que si presentaba lesiones afectaba a la capacidad de comprender y producir un lenguaje coherente pero sí podían hablar con fluidez.
Alexander Luria, psicólogo y neurólogo, se le considera uno de los padres fundadores de la neuropsicología. Destacó por sus investigaciones acerca de cómo las lesiones cerebrales pueden influir significativamente en la percepción, la memoria o las capacidades motoras, entre otras funciones. En varios de sus libros y trabajos, como “El cerebro y el comportamiento humano” (1968) o “Fundamentos de la neuropsicología” (1973) demostró que las funciones cognitivas dependían de redes neuronales complejas que trabajaban a la vez, no sólo de un área específica, y que afectaban al comportamiento humano, aportando un enfoque más integrador y holístico, que permitió una comprensión más profunda del funcionamiento cerebral.
A medida que la neuropsicología fue avanzando, esta rama de la psicología, empezó a tener un gran impacto en muchos campos, siendo la educación, uno de ellos. Los hallazgos en neuropsicología de cómo determinadas alteraciones cerebrales influyen en la capacidad de procesar la información, aprender y ejecutar diversas funciones, ofrece una nueva perspectiva para entender cómo los estudiantes procesan la información, cómo aprenden, qué factores influyen en el rendimiento cognitivo y qué dificultades podemos encontrarnos en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Los hallazgos más importantes de la neuropsicología que han cambiado la forma en la que entendemos cómo funciona el proceso de enseñanza-aprendizaje son: la plasticidad cerebral, la importancia de las funciones ejecutivas y las diferencias individuales que existen. La plasticidad cerebral se refiera a la capacidad que tiene el cerebro de adaptarse, reorganizarse y cambiar. De esta manera, la metodología en el contexto educativo, ofrece oportunidades para estimular diferentes áreas, mejorando las habilidades cognitivas implicadas y optimizar al máximo el aprendizaje.
Por otro lado, la neuropsicología ha demostrado que las funciones ejecutivas como son la atención, la memoria de trabajo o la planificación, entre otras, son esenciales para el aprendizaje y el rendimiento académico. Funciones que se pueden mejorar a través de técnicas pedagógicas adecuadas que las fomenten.
Y es que, es importante entender que cada cerebro es único y que las diferencias individuales afectan al aprendizaje y al rendimiento académico. De este modo, seremos capaces de poder implementar estrategias de enseñanza personalizadas e inclusivas que nos permitan poner en marcha métodos más efectivos que nos ayuden a potenciar las habilidades de los estudiantes y superar sus dificultades. De hecho, la neuropsicología permite identificar las dificultades cognitivas de alumnos con trastornos del aprendizaje como el TDAH o la dislexia, y facilitar una intervención temprana con metodologías educativas adaptadas a las necesidades de cada individuo.
En el día a día, todo esto se traduce en fomentar un aprendizaje activo en el aula, donde se fomente la participación, reflexión y colaboración, involucrando a los alumnos en actividades prácticas que estimulen su cerebro, ya que el cerebro aprende más eficazmente cuando está involucrado en la acción y el procesamiento activo de la información.
Utilizar una metodología multisensorial que implique cuantos más sentidos mejor, porque cuanto más se involucra al cerebro en el proceso de aprendizaje, más se retiene la información, se comprende y se procesa. De ahí que junto a la utilización de métodos que mejoren la concentración y reduzcan las distracciones en el aula, se facilita la conexión de conceptos a un nivel más profundo, tema especialmente útil para alumnos con dificultades de aprendizaje. Todo esto sin olvidar el papel que tienen las emociones en el aprendizaje. Por eso hay que crear un ambiente positivo que fomente la motivación y un clima colaborativo y participativo.
Como hemos podido ver, la neuropsicología, ofrece una base científica que nos ayuda a mejorar la práctica pedagógica, contribuyendo a la creación de estrategias más personalizadas y efectivas y ajustando la metodología para facilitar la integración cognitiva de los alumnos. Hoy en día, entender cómo los estudiantes aprenden y cómo procesan la información, es crucial para la mejora de la educación.
“El cerebro humano no es una máquina pasiva que recibe información, sino un sistema activo que construye, organiza y transforma la información que recibe”.
Alexander Luria.
Por Marta Lli, directora del Departamento de Psicología y Orientación Escolar del Colegio Alarcón (Pozuelo de Alarcón).