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El melón está abierto. Un debate que no parece alcanzar consensos en torno a la moderación: o se está a favor o en contra ¿Es viable y recomendable que la inteligencia artificial entre en las aulas? ¿Cuál es el riesgo de que la formación se devalúe a golpe de algoritmo? Los ciudadanos parecen tener un punto de vista más optimista que los expertos.
De acuerdo con una encuesta de Ipsos, en Monitor Global de Educación, el 35%, de media, de la población mundial cree que la IA tendrá un impacto más positivo que negativo en la educación del futuro. España se sitúa como el país europeo con más población que opina lo mismo, con un 43%.
La población española confía tanto en los beneficios positivos de la IA en la educación, incluido chatGPT, que el 40% declara que no debería estar prohibida en las escuelas frente a un 29%, de nuevo, entre los países europeos que más a favor se muestra con esta medida, junto con Italia (43%), Hungría (41%) y Polonia (40%).
Es más, por rizar el rizo, el 66% de la gente, al menos los encuestados por Ipsos, piensa que es esencial enseñar a los estudiantes como usar la IA.
De acuerdo con quienes no la temen, la inteligencia artificial (IA) puede desempeñar un papel significativo en las aulas y en la educación en general. La integración de la IA en la educación tiene el potencial de mejorar la experiencia de aprendizaje de los estudiantes, ayudar a los educadores y personalizar la enseñanza de maneras diversas.
¿De qué modo podría implementarse, más allá de los riesgos de que los alumnos hagan un mal uso del popular chatgpt para hacer trabajos? Por ejemplo, la IA puede analizar el progreso y el rendimiento individual de los estudiantes y adaptar el contenido y las actividades de aprendizaje en función de las necesidades y habilidades de cada uno. Esto permite que los estudiantes avancen a su propio ritmo y reciban un aprendizaje más personalizado.
Además, los asistentes virtuales impulsados por IA, como chatbots o agentes de conversación, pueden proporcionar respuestas a preguntas comunes de los estudiantes, ofrecer tutoriales y guiar a los estudiantes a través de actividades de aprendizaje. Esto alivia la carga de trabajo de los profesores y brinda a los estudiantes un acceso inmediato a la información.
La IA también puede evaluar automáticamente las tareas y exámenes de los estudiantes, proporcionando retroalimentación rápida y precisa. Esto puede ahorrar tiempo a los profesores y permitir un seguimiento más detallado del progreso de los estudiantes.
Igualmente, puede analizar grandes conjuntos de datos educativos para identificar patrones y tendencias en el rendimiento de los estudiantes. Esto puede ayudar a las escuelas y profesores a tomar decisiones informadas sobre cómo mejorar la enseñanza y el plan de estudios.
Sin menospreciar, aseguran sus defensores, que la IA ayuda a proporcionar herramientas y recursos para estudiantes con discapacidades o necesidades especiales, como la traducción automática de texto a lenguaje de señas o la lectura de pantalla para estudiantes con discapacidad visual.
Y en el contexto de la enseñanza online, ni qué decir el rol de la IA, pues puede utilizarse para monitorear el progreso de los estudiantes, sugerir recursos adicionales y facilitar la comunicación entre estudiantes y profesores a través de sistemas de gestión del aprendizaje.
Ahora bien, en lo que parecen estar todos de acuerdo, quienes la apoyan como sus detractores, es que la IA tiene un gran potencial en la educación siempre que se use de manera ética y responsable.
También es fundamental que los profesores y educadores estén bien preparados para trabajar con estas tecnologías y que se respeten las preocupaciones relacionadas con la privacidad y la seguridad de los datos de los estudiantes. La IA puede ser una herramienta valiosa para mejorar la educación, pero su implementación debe hacerse con cuidado y consideración.