El Gobierno de Castilla-La Mancha, en el marco de la Estrategia de Alfabetización Digital elaborada por la Agencia de Transformación Digital y la Consejería de Educación, Cultura y Deportes está llevando a cabo iniciativas para adquirir conocimientos, habilidades y destrezas en materia de seguridad digital, lo que incluye combatir los bulos y la desinformación.
Los centros educativos tienen hasta el 15 de enero para inscribirse y poder participar en el plan ‘Rumbo a una cultura digital SEGURA’. Las actividades, que se van a desarrollar entre 2025 y 2026, engloban a todos los colectivos educativos y a la ciudadanía en general.
En concreto, las actividades de las que consta dicho plan son 140 charlas de sensibilización y concienciación para alumnado; 30 charlas de sensibilización y concienciación para familias; seis cursos de formación para profesorado; 50 charlas en municipios de Castilla-La Mancha para la ciudadanía en general; y dos concursos en redes sociales, para promover el pensamiento crítico en jóvenes de la región, premiando la habilidad para analizar, contextualizar y evaluar la información que reciben en redes sociales.
Además, desde la Consejería de Educación, Cultura y Deportes se va a impulsar la estrategia de Alfabetización Mediática e Informacional, a través de diez acciones formativas que se encuentran dentro de un itinerario concreto.
La desinformación entre los jóvenes representa un desafío significativo en la sociedad actual, especialmente en un contexto donde el acceso a la información es inmediato y abundante. Los riesgos asociados a esta problemática abarcan desde el ámbito educativo hasta el emocional y social, afectando el desarrollo integral de los jóvenes y su capacidad para desenvolverse en el mundo.
Uno de los principales riesgos es la creación de creencias erróneas. Los jóvenes, al estar expuestos a noticias falsas o manipuladas, pueden adoptar ideas equivocadas sobre temas cruciales como la ciencia, la salud, la política o el medio ambiente. Esto no solo limita su conocimiento, sino que también puede reforzar prejuicios y estereotipos, fomentando actitudes discriminatorias o polarizadas. Por ejemplo, bulos sobre temas de salud pueden influir negativamente en sus hábitos, como evitar vacunas o confiar en remedios peligrosos.
En el ámbito académico, la desinformación tiene consecuencias directas en el rendimiento de los estudiantes. La incorporación de datos inexactos o poco fiables en sus trabajos o investigaciones compromete la calidad de su aprendizaje y puede generar evaluaciones negativas. Además, la falta de formación en pensamiento crítico dificulta su capacidad para analizar y discernir entre información válida y manipulada, limitando su desarrollo intelectual.
La vulnerabilidad a la manipulación es otro riesgo destacado. Los jóvenes pueden convertirse en objetivos de campañas ideológicas, políticas o comerciales que utilizan la desinformación para influir en sus decisiones. Esta manipulación puede derivar en la adopción de posturas extremistas o en la desconfianza hacia instituciones clave como los gobiernos, los medios de comunicación o el sistema educativo. La repetición de bulos también puede generar apatía y un escepticismo generalizado que afecte su participación cívica y social.
Desde el punto de vista emocional, la exposición a desinformación alarmista puede provocar ansiedad, estrés e incluso miedos infundados. Noticias falsas sobre pandemias, desastres naturales o crisis globales amplifican estas emociones, afectando su bienestar mental. Además, el compartir información falsa sin verificar puede causar conflictos en sus relaciones personales y dañar su reputación, tanto en entornos físicos como en redes sociales.
Finalmente, la normalización de la desinformación puede tener efectos a largo plazo. Los jóvenes que no desarrollan habilidades críticas corren el riesgo de aceptar la mentira como parte de la vida cotidiana, perdiendo interés en buscar la verdad y fomentando una cultura de indiferencia hacia la veracidad de los hechos. Esto, a su vez, puede limitar sus oportunidades académicas y profesionales, afectando su capacidad para tomar decisiones informadas y responsables en el futuro.
Ante este panorama, es fundamental promover la alfabetización mediática y digital desde edades tempranas. Fomentar el pensamiento crítico, enseñar a verificar la información y educar sobre el impacto de los bulos son herramientas esenciales para mitigar los riesgos de la desinformación entre los jóvenes. Con el apoyo de familias, educadores e instituciones, se puede construir una generación más resiliente frente a las noticias falsas y mejor preparada para enfrentarse al mundo actual, algo en lo que coinciden los expertos.