A día de hoy, sólo el 58% de los centros públicos en Cataluña disponen de una biblioteca escolar, cuando en 2015 eran el 79%, según denuncia la Fundación Bofill, que agrega el fatídico hecho de que entre aquellos centros que todavía tienen, el número de horas de apertura en horario lectivo ha pasado de 14,5 a 8,5 de media.
“Nos encontramos ante una progresiva desaparición de las bibliotecas escolares”, se lamenta la fundación, que subraya que ello es “especialmente grave en centros públicos con alumnado vulnerable”.
Juzga esta entidad que tal cosa responde, principalmente, “a la falta de inversión cronificada durante años ya la ausencia de un modelo inspirador y actualizado”, por lo que urge a revitalizar estos espacios, y todo el ecosistema cultural y socioeducativo que incorporan.
Es en este marco que recuerda que en el último informe PIRLS sobre comprensión lectora, Cataluña, con 507 puntos, se sitúa en la cola dentro del estado español , justo a continuación de Ceuta y Melilla. “Y sabemos, desde hace años, que disponer de una biblioteca escolar en el centro está directamente relacionada con la mejora de los resultados educativos”, abunda.
Este es el contexto elegido por la Fundación Bofill para impulsar Bibliotech, un programa piloto para contribuir a revitalizar el ideario colectivo en torno a las bibliotecas escolares, reivindicando su “rol imprescindible de equidad y transformación educativa”.
En el marco del proyecto, 15 centros públicos, más de la mitad en contextos de complejidad, reciben desde hace pocas semanas una capacitación y acompañamiento intensivo para que reimaginen los propósitos, usos y actividades de sus bibliotecas escolares.
La situación de las bibliotecas escolares en Cataluña es “preocupante”, a pesar de la Ley 12/2009, de 10 de julio, de educación, en cuyo Artículo 88 se indica que “todos los centros educativos deben disponer de una biblioteca escolar, como espacio de acceso a la información y fuente de recursos informativos en cualquier apoyo al alcance de los alumnos, del profesorado y de la comunidad educativa”. “La realidad es muy diferente”, espeta la fundación.
Disponer de una biblioteca escolar en el centro está directamente relacionado con la mejora de los resultados educativos, sostiene, por lo que pone el énfasis en que las bibliotecas, como espacios de cultura , pensamiento crítico y expresión creativa, se convierten en sí mismas en motor de las transformaciones pedagógicas y tecnológicas actuales. Siendo malo esto, lo peor, incluso, es que, desgraciadamente, “sólo la mitad de las bibliotecas escolares catalanas garantizan el acceso a Internet”.
La Fundación Bofill no esconde su admiración por lo que ocurre en Galicia, donde, destaca, la Xunta lleva 20 años impulsando un proyecto referente a nivel mundial que acompaña a 794 centros educativos. Y lo hace, explica, con un presupuesto de más de 2 millones de euros, “persistencia en la formación y una excelente cultura de evaluación”. Un caso de éxito que una comisión de entidades y docentes catalanes pudieron visitar recientemente para profundizar la colaboración e inspirar el proyecto que ahora presenta para el caso catalán.
En Cataluña, en el marco del Plan Nacional del Libro y la Lectura impulsado por el Departamento de Cultura, se realizará en 2024 un piloto de 50 centros que recibirán acompañamiento de un bibliotecario externo dos veces al mes, 2.000 euros anuales, un software para leer y realizar préstamos online y formación.
La Fundación Bofill celebra que los resultados anteriormente expuestos “hayan sacudido a la administración, pero pensamos que estas acciones, a pesar de ser necesarias, en ningún caso son suficientes”.