Francisco Venzalá (ANPE): “Urge dar respuesta a un problema tan grave como es el bienestar emocional en nuestras aulas”

José Francisco Venzalá González es, desde 2021, presidente del sindicato de profesores ANPE. Licenciado en Física por la Universidad de Sevilla es profesor de Matemáticas de Educación Secundaria. Pero no solo la enseñanza ha ocupado su tiempo. Entre marzo de 1992 y el mismo mes del año siguiente trabajó para Rank Xerox (CRI Nervión) como Técnico Comercial de Sistemas. Ya sí desde aquella fecha, hasta la actualidad, pertenece al cuerpo de profesores de enseñanza secundaria en la especialidad de matemáticas.

Como docente, ha compaginado su labor con tutorías virtuales en cursos de formación organizados por el Ministerio de educación (INTEF, PNTIC). Ha participado también en calidad de experto en la formación del profesorado durante la implantación en las aulas del sistema educativo extremeño (Linex). Atesora, igualmente, más de 300 horas de ponencias en diferentes centros de formación del profesorado de las comunidades de Castilla- La Mancha y Extremadura. Fue profesor tutor de la UNED durante 5 años y cuenta en su haber con Máster en Informática Educativa (UNED).

Prácticamente, el sindicato ocupa desde hace tres años su tiempo, parte del cual dedica a ÉXITO EDUCATIVO en esta entrevista en la que comparte sus consideraciones sobre algunos de los aspectos que más preocupan a la comunidad educativa actual.

Entre las misiones de un profesor, además de transmitirle conocimientos ¿está también la de cuidar por su bienestar o no? En cualquier caso, ¿cómo están ustedes, los docentes?

Eso siempre ha formado parte de su responsabilidad. Lo que ocurre es que, lógicamente, nuestra sociedad, igual que otros aspectos, pues cambia y ha cambiado de forma vertiginosa, y sigue cambiando, y la realidad de nuestras aulas, la amplia diversidad, tanto de las características de nuestro alumnado, como de las propias cuestiones que envuelven o rodean nuestro sistema educativo, pues van cambiando. Desde ANPE ya venimos alertando, a través de nuestro servicio del Defensor del Profesor, de cuestiones que son muy preocupantes, como esos casos de estrés, de depresión, de ansiedad que padecen muchos compañeros docentes.

Y, por supuesto, también advertimos de una realidad que tenemos en nuestras aulas, que no es nueva, pero que, lógicamente, ponemos ahora mismo como foco de atención, como una prioridad, y es el lograr que los centros educativos, sean desde el punto de vista del bienestar emocional o de la salud mental, espacios seguros. ¿Qué significa ser un espacio seguro? Significa que cuando cualquier miembro de la comunidad educativa padezca una situación relacionada con el bienestar emocional, con su salud mental, pues que tenga un profesional acreditado a quien acudir.

¿Y eso cómo se implementa sobre el papel?

Nosotros entendemos que la figura idónea es la enfermera escolar, porque es la que, en primera instancia, va a poder canalizar esa situación hacia otros profesionales, llegado el caso, o, incluso, si la circunstancia lo requiere, administrar una medicación, en el supuesto de que tuviese lugar. El profesorado, por regla general, no está ni formado, ni tampoco puede hacerse cargo de una responsabilidad de esa enjundia relacionada con la salud mental. No existen protocolos de atención al alumnado que presenta circunstancias relacionadas con la salud mental, por regla general, de la misma forma que cuando es el profesorado quien lo padece. Tampoco existen esas actuaciones o protocolos encaminadas a derivar o ser atendido por parte de la administración o profesionales correspondientes.

Porque parte de los problemas de salud emocional o mental de los profesores, de la culpa o de la responsabilidad, la tienen los chavales. Si acudimos a un informe que hace escasos meses presentamos, realizado con los compañeros de SATSE, el profesorado, por regla general, manifiesta que los problemas relacionados con la salud mental vienen derivados de un exceso de burocracia, de ese estrés como consecuencia de los ritmos académicos y de los continuos cambios normativos y, sobre todo, también, lógicamente, por el clima muchas veces difícil de convivencia que se vive en las aulas y, en general, en el centro educativo.

¿Se podría paliar un poco esta situación de desorden, de caos que a veces se produce en las aulas, con más autoridad para el profesorado?

Nuestra ley de educación actual prevé o confiere ese carácter de autoridad, pero es cierto, y lo venimos reivindicando, que es necesario desarrollar y promulgar esas normas que, lógicamente, den cabida a la hora de inferir ese carácter de autoridad en el ejercicio de su función al profesorado. Es un elemento más, lógicamente, no es la solución. Existen muchas más circunstancias que, lógicamente, tendrían que sumarse a la hora de mejorar nuestro clima de convivencia en los centros y en las aulas, porque muchas veces es muy difícil, es muy complicado, y eso es un reflejo de una sociedad.

Nosotros muchas veces trasladamos a nuestros compañeros y a aquellos órganos donde tenemos representación que la realidad, de lo que existe fuera del ámbito educativo, se traslada al centro. El centro es como esa piedra o esa caja de Pandora sobre la cual pivota o se tratan muchas de las cuestiones que realmente son ajenas al ámbito educativo, pero que se trasladan allí. Cuando una familia lo pasa mal por cuestiones relacionadas con el ámbito sociolaboral, por ejemplo, ese malestar, de algún modo, se traslada al centro educativo, y esa realidad hay que manejarla y saber hacerlo. Ello eso se traduce muchas veces entre el propio alumnado en forma de ansiedad y de estrés, que derivan, en circunstancias de malos hábitos. Es decir, aquel alumno que a lo mejor sufre depresión, como consecuencia de esa depresión se inclina hacia hábitos poco saludables, como puede ser el alcohol o incluso la droga.

Desde ANPE ya advertimos en su momento de una situación muy preocupante, que es el incremento, claro y manifiesto, de conductas autolíticas, es decir, de intentos autolesivos por parte del alumnado, e incluso de circunstancias ya muy graves encaminadas hacia el suicidio.

Francisco Venzalá, presidente de ANPE

Regreso sobre la pregunta del principio, ¿considera que los profesores pueden o deben intermediar, actuar e intervenir? ¿Qué puede o qué debe hacer el profesor ante este tipo de situaciones? ¿Delegarlo en las familias, en el cuadro directivo, en una enfermera, en un psicólogo?

Siempre decimos que el principal responsable de la educación, lógicamente, es la familia o sus tutores legales. Los docentes conformamos esa educación y formamos el plano académico y de orientación futura como personas y, claro está, el plano laboral. ¿La solución es fácil? No. ¿Existe una única solución? Tampoco. La solución tiene que ser multidisciplinar. Por un lado, un profesorado en el que habría que fomentar un mayor conocimiento para detectar o alertar sobre determinadas circunstancias que puedan afectar a nuestro alumnado y ponerlo, lógicamente, en aviso bien del equipo directivo o del profesional sanitario especializado que nosotros reclamamos, que es el caso de una enfermera escolar.

Esta última opción entendemos que sería la solución ideal, no solamente por el tema de la salud mental, sino para otro tipo de circunstancias, como planes de prevención, hábitos saludables, etcétera. En suma, alguien con conocimiento técnico y profesional sobre todas esas circunstancias relacionadas con el bienestar emocional y salud mental, que sería la persona ideal para afrontar o dar salida y respuesta, al menos desde el punto de vista inicial o nivel inicial, a este tipo de patologías.

Dos años ya de aplicación de la LOMLOE. De la experiencia que le han podido transmitir los profesores, ¿observa que se recoja en la norma como debiera el bienestar emocional, tanto de alumnos como de profesores?

Los expertos dicen que en el caso de leyes de este calibre tenemos que esperar diez años para hacer una valoración seria y rigurosa. Como bien conoce, en España esto, en los últimos veinticinco años, no se ha podido realizar. Esta ley, efectivamente, recoge aspectos relacionados con el bienestar, pero el problema no está en la ley, el problema está en los desarrollos reglamentarios posteriores que son los que se tendrían que realizar y, sobre todo, conjugarlo con el ámbito competencial que, como bien conoce, en la educación está transferido a las comunidades autónomas.

Por lo tanto, es una suma de circunstancias, muchas veces de burocracia normativa, que ralentizan lo que debiera ser en el plano del bienestar emocional y de la salud mental. Así que apelo a esa coordinación necesaria entre las distintas Administraciones para lograr dar respuesta a un problema tan grave como es el de la salud mental y el bienestar emocional en nuestras aulas.

¿Sería todo más fácil, o mejor, si al futuro profesor se le preparara en bienestar emocional de sus alumnos desde la misma carrera donde se forma?

¿Una asignatura sobre bienestar en la carrera o en el máster habilitante? No sé si a nivel puramente académico. Desde luego, tenemos claro que hay que actualizar el diseño de nuestra profesión y abogamos por ello. La realidad de nuestras aulas nos muestra una amplia diversidad, no solamente de características del alumnado, sino de actuaciones a realizar, muchas con el plano académico y otras con lo que es la convivencia en sí y las diferentes circunstancias que se dan.

Tenemos una buena oportunidad y está contemplado en la ley. El problema, y lo venimos reivindicando y alertando desde hace ya unos años, es que no se ha hecho nada. No se ha avanzado absolutamente nada en el desarrollo que está recogido en una disposición adicional de la propia ley, concretamente la séptima, relacionada con la profesión docente, y, salvo un escueto y raquítico, y lo digo así con mayúsculas, documento presentado por nuestra ministra, pues no se ha avanzado a día de hoy absolutamente nada en diseñar, en actualizar nuestra profesión.

Para que se haga una idea, tenemos sistemas de ingreso o acceso a la función pública docente que datan de hace 17 años. Como usted comprenderá, hace 17 años la realidad en nuestras aulas nada tiene que ver, ahora en la actualidad, con la que teníamos concretamente hace 17 años. Y eso se puede extender a los temarios, al contenido diseño de la profesión en sí, aspectos relacionados con la salud mental, bienestar emocional, relacionados con todo ese conocimiento, dominio de cuestiones tecnológicas envolventes, de los cuales nuestra sociedad, sobre todo la juventud, está inmersa y que el profesorado, por muchas circunstancias, ha alejado del plano puramente académico, pues no tiene por qué tener ese conocimiento. Son muchos aspectos, nosotros los hemos demandado al ministerio en muchas ocasiones y creemos que ya es la hora, sobre todo porque está contemplada la propia ley.

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