Los docentes de hoy en día tenemos entradas en primera fila para asistir a un cambio generacional incomparable con cualquier situación vivida antes.
Por primera vez en la historia de la humanidad podemos hablar de generaciones venideras completamente digitalizadas. Esto quiere decir que los alumnos y alumnas que entran en nuestras aulas piensan, se comportan y son (desde el punto de vista de la mentalidad) de manera completamente diferente a lo que nosotros fuimos cuando estábamos en su lugar.
En este marco inconmensurable nos encontramos con escenarios que, en ocasiones, se escapan a nuestro control y que son fruto de una sociedad diferente que, para nosotros, provoca un patrón irruptor. Un alumnado que viene pisando fuerte acompañado de tecnología y miles de inputs de información constante.
La adaptación del modelo de estudiante al aula es completamente imposible y la adaptación del modelo de docente al estudiante, bastante ardua.
En el caos de cada día todos se esfuerzan por encajar en un sistema educativo excesivamente estrecho y que no le sienta bien a nadie.
Nos enfrentamos, como comunidad educativa, a un momento que se ha convertido en un embudo en el que ya no sabemos si nos da más miedo la falta de educación o la de cultura. Y mientras nuestras mentes tradicionales y analógicas se acercan al síndrome del burnout, las de nuestros pequeños estudiantes, en intentos desesperados de hacer probar su identidad en un mundo hecho para pasados de moda, rompen en conductas disruptivas, inapropiadas o incluso violentas, donde la agresividad se convierte en parte de su repertorio conductual.
Moldear buenos ciudadanos
Entender el porqué del comportamiento agresivo y el temperamento de esta pequeña sociedad rebelde nos podrá ayudar, como maestros y maestras, a moldear a los futuros buenos ciudadanos del mañana.
Cambios en la manera de acometer la comunicación con nuestros hijos e hijas, la colaboración mutua en el hogar, las continuas demostraciones de afecto, las reuniones en las que establecer normas, compartir, estimular la confianza y disfrutar del hogar son algunas de las premisas en las que podemos profundizar. Desde el amor y la confianza en familia, desde el amor y la confianza en clase. Desde el refuerzo positivo a los ingredientes que integran un mundo mejor. Es con estos aspectos con los que se arranca un auténtico plan para formar a los mejores, a aquellos que queremos en nuestros trabajos, en nuestras calles.
Últimamente hablamos mucho de la figura del experto en convivencia escolar y mediador de conflictos. Sin entender al niño o la niña, sin atacar la base del conflicto y sin estar dispuesto a formar parte de una nueva forma de ser, pensar y actuar, la comunidad educativa seguirá a años luz de las demandas de la sociedad general. Para la generación de la información, el conocimiento, la tecnología y la comunicación ya no basta una sola palanca y un único punto de apoyo para mover el mundo.
Beatriz de la Riva, es doctora en pedagogía y profesora en la Universidad Complutense de Madrid