Desde que el grupo Prisa vendiera Santillana España a la empresa finlandesa Sanoma, su labor en el ámbito educativo se ha centrado en América Latina, donde ya llevaba más de medio siglo operando y con una presencia en prácticamente todos los países de la región. Francisco Cuadrado es su presidente ejecutivo y un gran conocedor de la educación en Iberoamérica pues, además, de presidir la compañía y viajar allí continuamente, ha vivido en México y Colombia, por lo que nos va a ofrecer una visión al alcance de muy pocos españoles de lo que allí se vive, de los retos y desafíos a los que se enfrentan sus sistemas educativos, pero, sobre todo del papel que está jugando una compañía como Santillana para abordar su presente y su futuro.
Ha vivido años en distintos países de Hispanoamérica y desde hace años dirige una compañía con una gran experiencia en educación, pero que ahora solo trabaja al otro lado del Atlántico ¿cuál es su visión sobre la educación en la región?
Lo más importante ahora mismo es el impacto que el COVID tuvo en toda la educación de América Latina pues prácticamente hubo dos cursos escolares que no se impartieron, ni el año 2020 ni el año 2021, o se impartieron no físicamente, sino con las herramientas que había y como todos sabemos, se intentó hacer lo mejor posible.
¿Y cómo es la situación después de estos años?
Ahora, dos años después de este periodo, en los países que tienen pruebas de evaluación y de análisis, comparativamente, ha habido una pérdida clarísima de aprendizajes. Yo creo que ese es un punto que es demostrable y se está viendo ahora mismo. No estamos recuperando los niveles que había en 2019. En Colombia o Chile, por poner dos ejemplos de países que tienen pruebas estandarizadas, obligatorias y que son públicas se empieza a ver un gap que ha crecido entre la escuela pública y la escuela privada.
El continente ha sufrido y está sufriendo todavía unos efectos muy importantes de la pandemia. Creo que no estamos diciendo nada que no nos haya pasado a todos, pero yo creo que el impacto de la educación especialmente en el K-12, que no deja de ser una educación sobre la que luego vas a cimentar el resto de tu desarrollo, el mundo universitario, el mundo profesional, es una generación que viene con un déficit, que yo creo que los gobiernos empiezan a ser conscientes de ello. Se tienen que tomar algunas medidas para intentar ayudar a esta nueva generación que viene con un cierto déficit de esos aprendizajes. Y en paralelo, creo que también viene con un déficit, y lo estamos viendo, de elementos socioemocionales. Ha habido una generación de estos muchachos que han tenido que estar durante casi dos años con una formación online para la que no estamos preparados tecnológicamente, pero para la cual no están preparadas.
Ver a sus compañeros a través de la pantalla, el contacto personal, el recreo… Si me apuran hasta las riñas entre estudiantes.
¿Y qué se está haciendo para paliar esta déficit socioemocional?
En América Latina, mayoritariamente menos estructurada, se están poniendo en marcha programas socioemocionales en la escuela. Que no digo que antes no los hubiera, pero creo que han tomado un valor muy significativo. Incluso, ahora os hablaré un poquito de qué visión tiene Santillana, pues empiezan a pedir alguna forma de apoyarles con proyectos para que ellos puedan gestionar también esta parte emocional dentro de la escuela. Que no es una tendencia nueva en los últimos dos años, pero sí se ha visto muy potenciada. Por lo tanto, creo que tenemos una escuela que todavía viene de un cierto impacto y con una brecha que ha crecido, un gap que ha crecido entre público y privado, entre rural y urbano, entre las escuelas que tenían posibilidades de acceso a lo digital y no.
¿Y ese impacto socioemocional llega a los límites de España donde sube el suicidio entre jóvenes y adolescentes, también los niveles de ansiedad, depresión en jóvenes en España?
No te sabría comparar pues no tengo los datos, ni ratios para hacer las comparaciones, porque quizás los estudios de América Latina no sean tan altos. Sí empieza a haber casos y, por supuesto, lógicamente, los medios de comunicación se están haciendo eco de ello por algunos casos en México hace un par de años, o recientemente algún caso que ha habido en Brasil. Lógicamente son de un alto impacto social, pero sí creo que empieza a haber preocupación en todo el mundo educativo. Lo que sí creo es que ahora mismo es un elemento que está flotando en la escuelas y que las escuelas tienen esa necesidad y que además se ve desde todos los estamentos sociales, familias, los mismos alumnos te lo demandan en las mismas escuelas.
Volviendo a la situación más general de la educación en Iberoamérica, ¿qué países están haciendo mejor los deberes?
En primer lugar, conviene aclarar que en América Latina hay dos tipos de educación, la pública y la privada, muy diferenciadas, en mi opinión. Una educación privada, en muchos casos, muy de alto nivel, tanto escuelas propias como internacionales, con altos estándares educativos que lógicamente es más minoritaria. En América Latina, hablo de grandes cifras, hay más o menos 120 millones de alumnos en la enseñanza del K-12, de los cuales debe haber como 28 millones en el sector privado y una gran mayoría, 95 millones en el sector público. En esa educación privada, yo creo que tienen altos niveles estandarizados, incluso con proyectos digitales francamente elevados y con estándares que yo consideraría muy a nivel internacional, y donde, sinceramente, creo que miran mucho a los mercados exteriores y una parte de esas escuelas tratan de mostrar, de homologarse mucho a lo que se va moviendo en otros mercados.
Y luego hay una enseñanza pública donde hay una diversidad tremenda entre países y decisiones de actuación tremenda. Brasil tiene, por ejemplo, en el sector público, unos programas históricos, primero de dotación de materiales a las escuelas, estructurado desde hace muchísimos años, tiene programas de formación a profesorado y luego tiene un proyecto muy interesante y es que tiene algunos elementos que maneja el gobierno central de dotación con grandes recursos para tener unos mínimos recursos globales y muy estandarizados que hace el gobierno central, pero luego tiene la educación infantil y primaria y secundaria, que dependen de los ayuntamientos y otra enseñanza que es el bachillerato que depende de los estados. Con lo cual, a pesar de tener una educación con unos estándares mínimos de gobierno central, luego tiene algún manejo con recursos propios que cada gobierno, bueno, cada gobierno local va ponderando qué necesidades tiene y eso le da un valor yo creo que significativo a la educación.
También está el caso chileno, que tiene también un proyecto que cuenta con fondos destinados a esas escuelas públicas, donde tiene un proyecto de entre tres y cinco años, y donde tras las evaluaciones nacionales, si vas mejorando los resultados de tus alumnos, te permiten volver a renovar esos proyectos o crecer en esos recursos que te dan.
También creo que América Latina en los últimos años ha ido dando cada vez más recursos a la educación, aunque aún sean en muchos casos insuficientes y que la pandemia les ha dejado un déficit que deberían plantearse cómo recuperarlo, especialmente en la escuela pública.
Ya no solo sois una editorial de libro de texto ¿en qué estáis más centrados en la actualidad?
Creo que si alguien habla de Santillana, lo primero que piensa es en sinónimo de calidad, contenidos e innovación. Nosotros queremos hoy llevar a la escuela a una solución integral, donde los contenidos, por supuesto, siguen siendo un elemento central, pero también le llevamos también tecnología. Todos nuestros proyectos tienen un soporte digital. Contamos con plataformas de distribución de contenidos donde todos los contenidos dejan traza, por lo tanto sabemos lo que va ocurriendo, pero también tenemos elementos de evaluación y esto te permite una educación más personalizada.
En Santillana, hoy, vamos a la escuela con proyectos diferentes como robótica, programación, hemos elaborado proyectos socioemocionales, llegamos a la escuela con proyectos de comprensión lectora más allá de lo que el currículum te pide, metiendo elementos de tecnología, de audiolibros, de una parte que lo pueden hacer con los padres, que no todo quede en la escuela.
¿Y cómo llegáis a las escuelas?, ¿quiénes son vuestros principales interlocutores?
Digamos que para nosotros ahora mismo hemos dado un salto en ese sentido. Nosotros históricamente hemos tratado solamente con el profesor. Hoy el director de la escuela forma parte de la persona de relación, pero muchas veces el director de la escuela me dice, oye, tienes que hablar con mi claustro para presentarlo. Y nos ocurre muchas veces, no todas, que a veces el colegio nos dice, oye, tenemos una serie de padres, queremos que vengáis un sábado por la mañana a contar el proyecto a una parte de padres. Ahí depende de cómo sea la escuela. Hay escuelas que prefieren tomar ellos las decisiones, pero sí hay escuelas que van involucrando a las familias y de repente te puedes encontrar un sábado en la mañana presentando un proyecto para 500 familias, y diciendo este es el proyecto que estamos trayendo aquí a la escuela.
Te digo en este sentido que nosotros incluso en algunos países ahora estamos llevando los materiales directamente a las familias, pues les llevamos un kit de material físico con sus claves digitales, con sus plataformas y con un plan de formación.
Uno de los debates más enconados que vive ahora mismo el mundo educativo es el de la digitalización, apocalípticos versus integrados… ¿Cuál es tu opinión al respecto a esta especie de guerra civil?
Nosotros cuando empezamos con los procesos de digitalización, hace 10 o 11 años, siempre pensamos en un proyecto híbrido, en papel y en digital. Creo que hay elementos del digital que lógicamente son muy valiosos, por qué vamos a renunciar al vídeo, por qué vamos a renunciar a una actualización permanente, a la trazabilidad, a la evaluación… Pero hay herramientas como el papel que también son muy útiles, especialmente en etapas como infantil y primaria, aunque al hablar de secundaria empieza a tomar un peso de otra manera y seguramente en los bachilleratos se vuelca más en la parte digital.
Nosotros lo que hemos visto, sin duda hoy, y las escuelas que están más satisfechas son las que manejan modelos híbridos. Y también creo que quien también tiene mucho que decir es la escuela y los profesores pues necesitas un grado de formación. Creo que el éxito de Santillana en América Latina ha sido como un elemento clave de nuestros proyectos y llevar formación, y una formación continua. Nosotros no vamos a la escuela y al segundo año desaparecemos, estamos en la escuela permanentemente.
¿Cómo empezasteis también a ofrecer soluciones de gestión a los directivos como, por ejemplo, de marketing educativo?
Nunca pensamos en el marketing educativo, fue una demanda de la escuela. Nosotros decíamos, oye, ¿qué necesitas en los contenidos? ¿Qué necesitas en la parte no curricular? ¿Qué necesitas para el alumno? ¿De qué estamos hablando? Y de repente la escuela y sus directivos nos dicen ¿y cómo me ayudas a mí mejor a la gestión? ¿Cómo me ayudas a diferenciarme de otras escuelas? ¿Cómo me ayudas a fidelizar a mis alumnos? Y tras un periodo de reflexión llegamos a la conclusión de que si la escuela lo necesita, ¿por qué no? Vamos a ayudarles. Y el siguiente punto que hemos hecho para esto, básicamente es trabajar con profesionales del sector. Entonces empezamos a ver, tanto en América Latina como algunas empresas en España que estaban dando ese servicio y lo que nosotros estamos haciendo hoy es acercarnos a la escuela, dar algunos servicios básicos que ya nos piden, de marketing educativo, y en algunos casos, digamos que interrelacionarles con qué se está haciendo mejor en este sector desde fuera.
Por último, ¿cómo crees que es el mejor centro educativo del mundo?
Creo que todos los actores que formamos parte de la educación lo que tenemos que hacer es formar niños que tengan las herramientas suficientes para que cuando salgan al mercado sean lo que quieren y lo que merecen ser. Entonces yo creo que eso es lo que que tiene que tener una buena escuela, las herramientas que tenemos que dar desde, modestamente, desde la parte un poco del sector de los contenidos y los servicios. La escuela no se puede quedar en esa escuela quizás de otro tiempo, una escuela muy volcada a veces en los contenidos, muy volcada a veces en los resultados. Creo que deber ser una escuela que forme personas, que ayude a las familias en todo este apoyo a los valores, que les ayude a defenderse de todo lo que está pasando, porque yo creo que vamos a tener un mundo muy complejo marcado por la tecnología y, por tanto, debemos ayudarles a gestionarla.