David Ruz Velasco (Córdoba, 1971) es filólogo de formación y ha trabajado desde hace más de veinte años en la enseñanza de inglés y literatura no solo en España sino también en Gran Bretaña. En la actualidad combina sus tareas de docencia y gestión educativa con la escritura. Ha sido director del centro RR. EE. La Inmaculada de Córdoba y actualmente dirige WIN School of Languages, además de su labor docente como profesor de Inglés en Secundaria. «Mil kilos de aire» es su primer libro publicado con Wanceulen Juvenil, la aventura de unos jóvenes que buscan su futuro entre dos mundos.
¿Cómo ayudan las tecnologías digitales en la enseñanza de la lengua y la literatura?
Tenemos un gran problema. Nuestros alumnos no leen, no les interesa. No se enganchan. Y ante eso, los docentes… ¿qué podemos hacer? Pienso que quejarse de esta situación, culpar a estas jóvenes generaciones -que no hace tanto nosotros mismos representábamos- o al sistema no aporta nada más que sinsabores. Y ningún resultado.
Los vemos absorbidos por las pantallas. Pero conviene mirarlos atentamente y descubrir dónde están sus motivaciones. Encontrar puntos de contacto con la literatura para ver cómo conectar con ellos. No creo que hacerlos llegar al gusto por los libros se vaya a conseguir obviando su mundo, el universo de los nativos digitales.
La respuesta puede estar, al menos en parte, en la literatura transmedia. Este nueva forma de creación literaria está desarrollándose por momentos; el mismo concepto varía, se amplía, se expande. Su esencia es en realidad esa manera de fluir y de crecer en distintos ámbitos y formatos.
Esta nueva tendencia editorial tiene mucho que ver con los libros digitales, aunque convive perfectamente con el papel. Es más, estoy convencido de que el libro físico es el trampolín perfecto para el salto al hipervínculo, casi lo más natural.
Se trata de textos que se enriquecen con recursos digitales que no solo complementan la lectura tradicional sino que aumentan su valor con extras sobre la trama, los personajes, el mundo del libro. ¿Quién no ha querido saber más del protagonista de una novela justo al terminar la última página?, ¿quién no ha deseado saber qué pasaba una vez leído el final de una historia?, ¿y esos memorables personajes secundarios… qué fue de ellos?, ¿no nos hubiera gustado compartir nuestras emociones u opiniones con esos mismos personajes?
¿Qué aporta la literatura transmedia?
Los expertos nos dicen que en un verdadero proyecto transmedia deben coexistir, desde el inicio, al menos tres formatos. Y no solo para saber más, sino para interactuar. Ver vídeos, participar en juegos interactivos, escuchar la música que mencionan los personajes de la novela… Podemos incluso encontrar blogs de los protagonistas que van añadiendo contenidos sobre sus vidas fuera ya de la novela.
De repente, el libro se ensancha en todos los sentidos y cobra vida virtual cada vez que nos adentramos en esta lectura transmedia. Usaremos distintos dispositivos y, en cualquier sitio, a cualquier hora la historia vuelve a ponerse en marcha. Y, además, esta lectura transversal a través de distintos formatos, permite en ocasiones compartir la experiencia con la ayuda de apps y redes sociales.
¿En qué medida se consigue una mayor implicación según su experiencia?
Los jóvenes lectores se sienten atraídos fundamentalmente por dos motivos: la interactividad con los contenidos y la variedad de contextos en los que se encuentran. Pueden profundizar en lo que más les interesa, colaborar y compartir.
Y no podemos olvidarnos de que el uso de dispositivos electrónicos es un factor que juega a nuestro favor para que se sumerjan en esta experiencia de lectura. Ellos saben usarlos y desenvolverse con ellos como un nativo en su propia lengua: de manera natural.
Queramos o no, y sea esto a priori positivo o no para una lectura más tradicional, estos jóvenes entiende mejor que nunca el valor del trabajo colaborativo en las redes sociales: compartir, comentar, añadir… Quizá nos parezca imposible, pero tal vez la lectura transmedia puede aportar otros valores que antes no tenía.
Bien, acepto que tal vez todo esto sea verdaderamente poco ortodoxo. Seguro que leer así no ayuda a cuestiones como la concentración o la reflexión personal. Aunque lo dudo. Gran parte de lo que nuestros alumnos opinan o conocen sale de sus búsquedas en Youtube, el gran reservorio del conocimiento del siglo XXI. Si algo les interesa, se zambullen en la red a pescar todo tipo de recursos: vídeos, enlaces a artículos, opiniones de otros internautas… Exactamente igual que hacemos nosotros los adultos en BOOKING o TRIPADVISOR, ¿o no?
¿Qué necesitan los alumnos para motivarles, cómo se les puede motivar a la lengua y literatura?
Los alumnos necesitan muchas cosas. A veces, una cosa y la contraria. No es fácil. Quizá sería interesante pensar qué no necesitan. Y creo que es obvio que no vamos bien ofreciendo a nuestros clientes el mismo producto que ya nos ofrecieron a nosotros en la escuela. Imagina ir a nuestros grandes almacenes de confianza a por una televisión y nos pretendieran endosar una antigua de tubo catódico con más centímetros a su espalda que pulgadas de pantalla.
La pregunta es bien fácil: ¿queremos motivarlos a leer o a leer como nosotros lo entendemos?, ¿queremos estimular su imaginación, su espíritu crítico, su interés por conocer nuevos mundos y realidades?… ¿o tal vez sólo deseamos verlos con un libro bajo el brazo? Si la respuesta es que buscamos darles ese impulso para que ellos después, a lo largo de su vida, vayan descubriendo autores y obras, sea como sea, el formato importa bien poco. Lo que vale es despertar su interés. Ofrecerles textos con los que puedan empatizar, con los que se relacionen de manera más directa puede ser una buena opción. Y usar los medios que ellos manejan para acceder y trabajar con ellos seguramente también lo es.
¿Qué experiencia le está reportando en su aula o en otros sitios «Mil kilos de aire»?
Todo lo que he comentado es precisamente la que me inspiró a crear la web davidruzvelasco.com para mi novela «Mil kilos de aire» (Wanceulen, 2018).
Aunque creo que aún le queda un largo camino para madurar en un proyecto verdaderamente transmediático, en esta web he creado contenidos con recursos como mapas, artículos periodísticos, vídeos, música y actividades interactivas de distintas webs que tratan los temas que plantea la novela. A través de las secciones de CUADERNO, GAFAS, MAPA y PASAPORTE, los jóvenes se acercan a una visión documentada de las crueles vías del narcotráfico y también del drama continuo de la inmigración.
En CUADERNO, las más de 20 fichas de lectura que contiene suponen una gran herramienta para los docentes para su uso en el área de Lengua y Literatura en Secundaria y Bachillerato. En ellas, a través de la lectura de «Mil kilos de aire», se pueden tratar temas de léxico, comunicación, gramática y ortografía, literatura… Y todo eso es porque pienso que es en la literatura, por medio de ella, se puede hacer un acercamiento más eficaz al conocimiento de la lengua. Poner en contexto estos temas hace que su aprendizaje consiga hacerse significativo.
En GAFAS, propongo distintas pistas para pararse a pensar, para salir de la historia y reflexionar sobre tu propia historia y tu entorno.
También genial.ly me ha servido para llegar a docentes y a alumnos a través de la red de redes.
Desde el curso pasado, más de 600 chicos y chicas de ESO y Bachillerato de distintos colegios e institutos están leyendo esta novela y, además están participando en talleres de fomento de la lectura y de escritura creativa en la que estos conceptos se tratan con ellos directamente.
Como he mencionado, el texto sirve también como pretexto para hacer que se interesen por conocer más su propio entorno, para opinar sobre lo que ven en los telediarios, incluso para tomar una opción vital y propia sobre temas como las drogas o la inmigración.
Pienso que parte del éxito de «Mil kilos de aire» en las aulas reside en ofrecer una novela que habla de ellos pero, sobre todo, aspira a hablar como ellos. En el lenguaje que escapa del papel e interactúa en las redes.
Mil kilos de aire está también en FACEBOOK, en INSTAGRAM, en TWITTER. Hay muchos lectores que me contactan para comentarme su opinión y, sobre todo, docentes interesados en llevarla a su centro.
¿Qué recursos o formación necesitan los docentes en estos tiempos digitales?
Los docentes necesitamos, como siempre, aprender. Actualizarnos. Sé que es pedir a veces mucho. Pero pienso que, en este campo de la literatura, el peso de la tradición -en sus textos, en sus formatos, en su enseñanza- es demasiado pesado. Veo cada día cómo la divulgación científica se está poniendo las pilas, se hace accesible, comprensible, útil. Incluso con las matemáticas, la gran bestia negra de todo un país como el nuestro. Todos parecen usar este tipo de nuevas tecnologías para acercarse a los jóvenes.
Sin embargo, excepto algunos esforzados profesores con proyectos de booktubers, booktrailers e iniciativas de blogs, que son más informativas que otra cosa, solemos hacer lo mismo, esperando distintos resultados. Y lo entiendo. Creo que hay pocos recursos realmente diferentes y, sobre todo, pocos textos verdaderamente innovadores que ayuden a nuestros alumnos a engancharse a la lectura. Son novelas buenísimas, clásicos incontestables pero, si sigue costándonos tanto hacerlos leer, vuelvo al inicio. Aparte de quejarnos, tendremos que hacer algo, pensar algo, ¿no?
Necesitamos formadores en este nuevo horizonte, está claro. Pero, más que nada, abrir bien los ojos para darnos cuenta de que lo que lo que está apareciendo no son las esperadas Indias, sino un enorme e inesperado continente: el Nuevo Mundo (de las letras).