Padres helicóptero, y colegios parques de atracciones. A priori pueden parecer dos conceptos separados, pero van tan unidos como el silencio a algunas procesiones, el pelo erizado a “Psicosis”, o el amor al matrimonio, que nos cantaba Dean Martin. Y producen tanta congoja como las dos primeras metáforas.
Llamamos padres helicóptero a aquellos que, sin ser conscientes de la capacidad evolutiva lógica del ser humano, y en concreto de sus hijos, siguen sobrevolando y controlando los actos de estos como lo hacían los grises en las “manifas” de antaño. No son conscientes, ni aún cuando estos puedan haber cumplido la mayoría de edad, de que necesitan volar. Que nuestros adolescentes deben mirarse en el espejo de las vidas y actitudes de sus progenitores, cuando estos son ejemplo, pero que es su vida la que deben vivir, y que no hay aprendizaje más valioso que el del error cometido y el de la vivencia pasada. Su pertinaz gusto por el control de la vida de otros, en este caso de sus hijos, les hace inhábiles para facultar un crecimiento y una madurez lógica en ellos, afectando a veces de forma extrema sus comportamientos futuros.
En esta sociedad contradictoria, a medias despreocupada, a medias sobreprotectora, es fácil encontrar esta figura de padres que consienten, reprenden sobre lo consentido, y vuelven a consentir a sus hijos actitudes incomprensibles. No solo eso, sino que, a tenor de lo que nos trasladan los docentes, justifican y tapan a sus hijos con tal de que estos no sean corregidos en sus comportamientos, privándoles así de fases esenciales del proceso educativo, y de la configuración de su propia personalidad. Creo que la música nos suena, ¿no?
Pues bien, al albur de este tipo de familias, ya estaba tardando en darse la respuesta lógica de la no confrontación, han nacido los colegios parque de atracciones. Y hasta cierto punto tiene su lógica. Desde nuestros orígenes como homínidos hemos aprendido que la mejor forma de evitar la confrontación era adecuar nuestra actitud y propuestas a las diferentes situaciones. Así, si el macho alfa de la manada nos enseñaba los dientes, salvo que estuviéramos en posición ventajosa, lo mejor era agachar las orejas y plegarnos a sus deseos. Algo así ha ocurrido en las empresas, y también claro, en los centros educativos. Y como el mundo es mundo desde sus orígenes, y las actitudes y respuestas también, pues no era ilógico asistir a una respuesta de “mansedumbre” a la tipología de familia helicóptero. Y la respuesta lógica, como no podía ser de otra manera, pasaba por convertir los centros educativos en espacios de “recreo” permanente, nula exigencia, cierta laxitud a la hora de enfrentar los problemas internos con alumnos, y un enfoque de la profesión docente servil y orientada a satisfacer los deseos más extemporáneos de las familias. Todo esto, además, y cuanto más mejor, aderezado con muchos juegos, atracciones, fiestas descontextualizadas o actividades destinadas al solaz y disfrute de esos alumnos sobreprotegidos. Esto es lo que he dado en llamar colegios parque de atracciones; y si éstas son acuáticas porque el clima lo permite, pues colegios “aqualand”. ¡¿Quién da más?!
Bien es verdad que a este tipo de colegios no se les puede acusar de nada. Han adaptado su propuesta a una demanda social que busca que no se traslade el conflicto a su hogar: “Suficientes problemas tengo yo durante la semana, como para que además se me sumen los de mis hijos”. Han sido capaces de entender la creciente preocupación de los padres helicóptero porque sus vástagos no “sufran”, no experimenten mínimamente la cultura del esfuerzo, estén sobreprotegidos en un entorno de control y nulo pensamiento crítico. Una suerte de SOMA emocional en forma de juego permanente.
No quiero que se entiendan mal los planteamientos que estoy poniendo encima de la mesa. No critico, en absoluto, todo lo contrario, planteamientos pedagógicos del centro que enraícen con aquello que se ha convenido en llamar “nuevas metodologías “ – ya he señalado muchas veces, que algunas de estas las hemos heredado de finales del S.XIX-; todo lo contrario, soy de los que sostiene que la incorporación de esas nuevas metodologías no está reñido con la exigencia. Que el pensamiento crítico de la mejor forma que se trabaja es mediante la lectura, y que ello requiere esfuerzo. Que trabajar en equipo no significa que uno trabaje y los demás miren. Que el trabajo cooperativo tiene un rol de líder, pero los demás no deben ser únicamente los palmeros. En fin, que no quiero que se tergiversen mis palabras, pero no es lógico que haya propuestas de colegios que más se asemejen a un “Escape Room”, que a un centro educativo cuya responsabilidad es la de educar a nuestros futuros ciudadanos.
Empieza la primavera, pronto vendrá el verano, y con él los colegios parques de atracciones y aqualand se hacen más visibles para satisfacer las inquietudes de los padres helicóptero.
Hola Jaime García Crespo. Por el contenido de tu artículo creo que te podría interesar leer el libro “Escuelas que enseñan: el conocimiento sí importa” de Miguel Ángel Tirado. Un saludo.