En los últimos años las cifras de abandono escolar temprano se han ido reduciendo. Lo que no cambia es que los hombres, por comparación con las mujeres, siguen siendo el género más propenso a dejar a medias los estudios iniciados en España.
Así, de acuerdo con el último informe ‘Mujeres y hombres en España’ hecho público por el Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras que en los hombres los valores de abandono descienden del 21,4% en el año 2019, al 20,2% en 2020 y al 16,7% en 2021. En las mujeres pasan del 13,0% en el año 2019, al 11,6% en 2020 y al 9,7% en 2021.
En 2022 alcanza la cifra de 16,5% para los hombres y 11,2% para las mujeres (frente al 11,1% y 8,0% de hombres y mujeres de la UE-27). Excepto Bulgaria y Grecia, en todos los países de la Unión Europea el porcentaje de hombres de 18 a 24 años que abandonan tempranamente el sistema educativo es superior al de mujeres.
A partir de los 16 y 17 años las tasas femeninas son superiores a las masculinas, lo que significa que las mujeres abandonan menos el sistema educativo que los hombres.
A los 16 años, edad teórica de las enseñanzas postobligatorias, existe una mayor participación femenina que masculina. La tasa neta de escolarización femenina a los 16 años (93,8%) supera a la masculina (92,8%) en el curso 2020-2021. A los 17 años la diferencia en las tasas es más alta (89,3% en mujeres y 85,6% en hombres).
A partir de los 18 años, edad teórica de educación superior, se producen las mayores diferencias entre las tasas de escolarización. En el curso 2020-2021, a los 18 años la tasa femenina supera en 13,4 puntos porcentuales a la masculina, a los 19 años en 14,3 y a los 20 años en 15,6.
Causas del abandono escolar
El abandono escolar temprano, que ocurre cuando los estudiantes dejan la escuela antes de completar su educación obligatoria o secundaria, puede tener múltiples causas que varían según el contexto social, económico y personal de cada individuo. Algunas de las causas más comunes del abandono escolar temprano incluyen factores socioeconómicos, pues las dificultades económicas en el hogar, la pobreza, la falta de acceso a recursos educativos adecuados y las responsabilidades familiares pueden llevar a que los estudiantes abandonen la escuela para contribuir al sustento familiar o por la necesidad de trabajar a una edad temprana.
El entorno familiar inestable, los conflictos familiares, el abuso o la falta de apoyo emocional por parte de los padres o tutores pueden afectar negativamente la motivación y el bienestar emocional de los estudiantes, lo que puede llevar al abandono escolar. Así mismo, la desmotivación: los estudiantes que experimentan dificultades académicas persistentes o que no se sienten motivados por el currículo escolar pueden perder interés en la escuela y decidir abandonarla prematuramente.
Los problemas de conducta, la falta de habilidades sociales o la incapacidad para adaptarse al entorno escolar pueden llevar a conflictos con compañeros o profesores, lo que puede influir en la decisión de abandonar la escuela, como también la falta de orientación vocacional, asesoramiento académico o apoyo emocional por parte de los profesores y personal escolar puede dificultar la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo.
De igual modo, la falta de equidad en el acceso a una educación de calidad, incluyendo disparidades en la distribución de recursos educativos y diferencias en las oportunidades de aprendizaje, puede contribuir al abandono escolar temprano, sin olvidar los problemas de salud mental, baja autoestima, falta de habilidades para afrontar los desafíos académicos o emocionales, así como influencias negativas del entorno social, pueden ser factores que contribuyen al abandono escolar.
¿Hay solución a este fenómeno?
Combatir el abandono escolar temprano requiere de una estrategia integral que aborde las múltiples causas subyacentes y brinde apoyo tanto a los estudiantes como a las instituciones educativas. Implementar sistemas de identificación temprana para detectar a los estudiantes en riesgo de abandonar la escuela es un comienzo. Esto puede incluir el monitoreo del rendimiento académico, la asistencia escolar, y la evaluación de factores socioemocionales y familiares.
También puede ayudar proporcionar intervenciones y apoyos individualizados a los estudiantes identificados como en riesgo, lo que puede incluir tutorías académicas, asesoramiento emocional, programas de desarrollo de habilidades sociales y vocacionales, y servicios de apoyo familiar. También garantizar la calidad de la educación mediante la implementación de métodos de enseñanza efectivos, currículos inclusivos y relevantes, y el uso de recursos educativos adecuados y fomentar un ambiente escolar positivo y estimulante.
Desde luego, hay que involucrar a los padres, tutores y miembros de la comunidad en el proceso educativo, estableciendo canales de comunicación efectivos entre la escuela y la familia para abordar problemas y brindar apoyo. Por supuesto, mejoraría la situación proporcionar actividades extracurriculares, deportivas, artísticas y culturales que mantengan a los estudiantes interesados y comprometidos con la escuela. Estos programas pueden promover el desarrollo de habilidades y fortalecer el sentido de pertenencia.
La salud mental y emocional es igualmente clave. Garantizar el acceso a servicios de apoyo emocional y de salud mental dentro de la escuela y proporcionar servicios de consejería y orientación para abordar problemas emocionales y conductuales que puedan afectar el rendimiento escolar son otras medidas a implementar.
Por otra parte, es fundamental implementar programas de orientación vocacional y profesional que ayuden a los estudiantes a identificar sus intereses y habilidades, y establecer metas educativas y laborales realistas, así como fomentar la colaboración entre instituciones educativas, agencias gubernamentales, organizaciones comunitarias y empresas para ofrecer oportunidades de aprendizaje práctico, pasantías y empleo para los estudiantes.
Hacer algo y saber de ese algo más adelante. Porque es necesario realizar un seguimiento continuo del progreso de los estudiantes y evaluar la efectividad de las intervenciones implementadas y, de este modo, ajustar las estrategias según sea necesario para abordar las necesidades cambiantes de los estudiantes.
Con carácter general, ayudaría, y mucho abogar por políticas educativas que promuevan la equidad, la inclusión y el acceso igualitario a una educación de calidad para todos los estudiantes, independientemente de su situación socioeconómica o de sus circunstancias personales.