Psicomotricidad vivenciada: la pedagogía del descubrimiento

Psicomotricidad vivenciada: la pedagogía del descubrimiento

El juego, el movimiento, la exploración, la experimentación…son ingredientes esenciales para el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños. Y es que es a través de lo motor, de la interacción con el mundo exterior, del contacto con la naturaleza, con los otros, con nuestras sensaciones es donde se da el aprendizaje, donde nuestro cerebro se va desarrollando, donde nuestra identidad se va construyendo, donde se crea el constructo socio-emocional, donde aprende a comunicarse, donde aprende a moverse.

El hecho de que los niños desde el nacimiento, vayan descubriendo el mundo, sus capacidades e intereses por sí mismos, y que se expresen psicomotrizmente de forma espontánea según sus intereses, ritmos, deseos, necesidades…les proporciona confianza y seguridad en sí mismos. Y esto, se traduce en una autoestima sana, sea cuales sean sus motivaciones e intereses ya que cada uno tenemos una forma de expresión y de vivencias diferentes. Además, al concebir al niño como un ser único y global, que vaya descubriendo el entorno, sus posibilidades, sus necesidades, sus limitaciones… por medio del cuerpo, va a ir haciendo que poco a poco añada la relación con otros objetos y personas lo cual le ayuda a desarrollar su parte social y afectiva.

La psicomotricidad vivenciada nace precisamente con ese objetivo: permitir el desarrollo integral del niño a nivel intelectual, motor, emocional, afectivo y comunicativo. Tiene sus inicios en los años 70 de la mano de Lapierre y Aucouturier, quienes consideran al niño como una globalidad donde existe una unión entre lo motriz, lo cognitivo y lo afectivo.

Y, ¿cómo lo hace? A través de una actividad no dirigida basada en el movimiento y el juego libre, haciendo uso del disfrute del movimiento y buscando situaciones espontáneas que favorezcan el descubrimiento a través de la experiencia vital, de la relación que el niño establece con el espacio, el tiempo, los objetos y las personas. Relación que favorece que el niño vaya tomando conciencia de sí mismo y de su vinculación con el entorno, lo que le permite “alcanzar los diferentes hitos del desarrollo y un adecuado equilibrio emocional y personal” (Cremades, 2015)

En una sesión de psicomotricidad, el adulto no interviene, no dirige. Su función es la de acompañar, la de favorecer el desarrollo y el juego propio del momento evolutivo en el que se encuentre el niño. Por lo tanto, se da al niño la libertad y la responsabilidad de elegir sus actos, aceptando así la individualidad de cada uno de ellos. Porque como dice Bernard Aucouturier “la libertad de movimiento, la libertad de expresión, la escucha de las emociones y los valores profundos de la historia del niño deben ser plenamente respetados”.

En definitiva, la psicomotricidad vivenciada es una herramienta a nivel educativo y terapéutico ya que “gracias al cuerpo y al movimiento, como ejes de la acción educativa, se desarrolla nuestro cerebro” (Andreu-Cabrera y Romero-Naranjo, 2021). Por ello, la importancia que desde la Escuela Infantil se respete la individualidad de cada niño, se respete el desarrollo madurativo donde se conciba al niño como un ser global en el que lo motor, lo afectivo y lo mental van unidos. De ahí, que el juego y la actividad física tengan un papel principal: por medio del movimiento y de un ambiente estimulante, se le ofrezcan experiencias vivenciales que favorezcan relaciones significativas con él mismo, con los demás y con su entorno, que cambia constantemente.

Como decía María Montessori, “los movimientos no sólo los hacemos simplemente por movernos, cada movimiento tiene su propósito, siempre tiene alguna intención”.

Por Marta Lli, directora del Departamento de Psicología y Orientación Escolar del Colegio Alarcón (Pozuelo de Alarcón).

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