Los nuevos currículos de Secundaria y Bachillerato han aterrizado en el panorama educativo nacional con una semana de diferencia y envueltos en una polvareda de polémica. En ambos casos, acusados de rebajar la exigencia por la posibilidad de pasar de cursos, y hasta de conseguir las titulaciones, sin haber aprobado todas las asignaturas; el de Bachillerato por la reducción del temario de Historia de España a lo ocurrido desde el año 1812; y el de Secundaria por la desaparición de la asignatura de Filosofía. Hubo hasta manifestaciones para defender su permanencia, quejas desde las facultades de Filosofía, pero en vano. Diego Garrocho, Vicedecano de Investigación, Transferencia del Conocimiento y Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, ha sido una de las voces más combativas en contra de la eliminación de una asignatura que defiende con ardor y argumentos en tribunas y columnas periodísticas y cada vez que tiene ocasión. Como hace ahora en ÉXITO EDUCATIVO.
Permíteme que, para empezar, haga de abogado del diablo, o de agente provocador: es normal que la filosofía desaparezca de Secundaria; total, no sirve para nada…
Para poder responderte tendríamos que definir qué es la filosofía, qué relación deben tener las disciplinas con la utilidad práctica, qué significa servir… Creo que todas estas preguntas exigen conocer algunos instrumentos propiamente filosóficos. Casi nada de lo que más nos dignifica como seres humanos (la poesía, la ópera, la pintura) tienen una utilidad que es inmediatamente visible. Pero sí, la soldadura submarina o la peluquería, quizá, sean más útiles en términos estrictamente prácticos.
…o como afirma algún “experto”, los chavales de la ESO no tienen capacidad mental para entenderla.
Ese argumento es complejo, porque es algo que ya adelantó Platón en su día. En cualquier caso, hay suficiente evidencia científica que demuestra que chicos de entre los 14 y los 18 años están plenamente capacitados para empezar a familiarizarse con la filosofía. Es más, nuestro compromiso como país debería pasar por asegurarnos de que todos los jóvenes adquieren esta capacidad.
La ministra Pilar Alegría ha insistido en que los contenidos de la asignatura, que era optativa, pasan ahora a Valores Cívicos y Éticos que es obligatoria y que se refuerza en Bachillerato.
No tengo ni idea de qué es un valor cívico, y me dedico a la investigación en filosofía moral. Creo que la ministra se refiere a que hay que ser buenos, sostenibles, no racistas… Pero eso no tiene nada que ver con la filosofía. Hay algo que es peor que acabar con la filosofía, que es banalizarla. La ética, como disciplina filosófica, no tiene que ver con la promoción de determinados valores ni se propone enseñar a los niños que no deben pegar a su compañero de pupitre. Esos mínimos de convivencia civil no entrañan ningún reto filosófico ni incorporan vocación teórica alguna. La ética es una reflexión sobre por qué se han promocionado unos valores y no otros a lo largo de la historia, qué factores culturales, sociales… han determinado la construcción de determinados ideales de vida. La promoción de unos valores concretos es una catequesis laica, no es filosofía.
Varias comunidades autónomas han anunciado que van a incluir la asignatura de Filosofía en la parte que les corresponde del currículo. Vuelve a ser optativa. ¿Qué te parece?
Me parece que confirma una tesis que deberíamos recordarnos más: los buenos de uno y otro signo se parecen, del mismo modo que la mediocridad es perfectamente transversal en lo ideológico. Cada vez lo tengo más claro: sólo nos salvaremos si conseguimos que los mejores de uno y otro signo conspiren juntos.
También se dice que lo que se estudia en España como filosofía en los colegios e institutos es más bien Historia de la Filosofía.
Tradicionalmente “Historia de la Filosofía” es la última asignatura en la que se impartían contenidos filosóficos. En primero de bachillerato la aproximación es otra, como lo era en ética. En cualquier caso, creo que la aproximación histórica es una vía de acceso posible, aunque no sea ni la mejor ni la peor. Con la reducción actual en horas es muy probable que el propósito acabe por hacerse inverosímil.
El problema parece más amplio, no se trata sólo de la filosofía, sino de las humanidades todo lo que se ha llamado estudios humanísticos. Ahí está la polémica con la asignatura de Historia en el currículo de Bachillerato ¿Crees que se persigue a las humanidades? ¿Por qué?
No creo que exista un plan diseñado con precisión para desmantelar las humanidades. Hace unos meses escribí una Tercera en ABC donde intentaba explicarlo con cierto detalle: la ignorancia no tiene un plan. La maldad, o la planificación sesgada de la educación, entraña una complejidad que les resulta del todo ajena a quienes planifican nuestras enseñanzas. Existe una colección de mantras que tienen que ver con la innovación, con la concepción absurdamente gamificada del futuro en forma de retos, desafíos… que parece exigir trayectorias profesionales vinculadas con saberes puramente prácticos. De una manera muy amplia creo que se trata de una desatención de todo lo que es espiritual en el ser humano. El arte, la literatura o la filosofía tienen como misión la custodia de la humanidad, su propósito es completar o perfeccionar aquello que somos. Pero para persistir en una encomienda tan gigante hace falta una vocación distinta de la que normalmente rige en el mundo contemporáneo. La tentación transhumanista es un ejemplo de ello: hemos creído que la manera de mejorar al animal humano es implantarle un chip en el cerebro, en lugar de leer versos de Rilke.
Llegados a este punto, hay que explicar entonces para qué sirve estudiar filosofía en el colegio y para qué sirve una facultad de Filosofía.
Tendremos que explicarlo las veces que haga falta. En eso tampoco debemos ser perezosos. Gran parte de nuestro contexto social y cultural parece rimar, si se me permite la expresión, en contra de algunos recursos que durante siglos han sido valiosos. Reivindicar esos usos puede exigirnos que tengamos que explicarnos. Y, por supuesto, la autocrítica es algo que deberíamos ejercer todos aquellos que, de una manera u otra, estamos implicados con la promoción de las humanidades.
Hemos leído que en Silicon Valley andaban contratando a filósofos estos últimos tiempos. ¿Qué te parece?
Una leyenda urbana y otra banalización que además es falsa, me temo. Ni son tantos ni responde a una realidad robusta. Es cierto que una persona que ha estudiado filosofía puede arrojar un perfil insólito y útil en el ámbito empresarial. Pero tampoco pienso que seamos una especie singular que mesiánicamente venga a salvar el mundo. Y mucho menos, el entorno corporativo de Silicon Valley.
¿Cómo se gana la vida un licenciado en Filosofía, hoy en día?
Hoy ya no tenemos licenciaturas sino grados, y en parte esa diferencia es clave. Hasta hace quince años, el perfil laboral lo determinaba el estudio de licenciatura. Eras aquello que habías estudiado. Hoy, salvo las profesiones que exigen colegiación (abogados, médicos, arquitectos…) gran parte de los perfiles laborales se adquieren en el posgrado. Además, la flexibilidad del mercado laboral y la transformación de las capacidades exigidas ha hecho mucho más habitual que sea el propio desempeño profesional el que va determinando tu perfil. En relación con antiguos alumnos, es habitual encontrar a graduados en filosofía en el ámbito periodístico, de la comunicación, también en sectores algo más insólitos vinculados con el estricto emprendimiento, la gestión cultural… Cada vez estoy más convencido de que no hay estudios con y sin futuro, sino personas con futuro y a veces, desafortunadamente, personas con perfiles más discretos.
¿Seguirán protestando las facultades?
No estoy seguro. Creo que gran parte de la protesta ha corrido a cargo del profesorado de enseñanza media, que es mucho más combativo que el universitario. En los últimos años el desempeño universitario ha venido degradándose de una forma absolutamente traumática y no hemos hecho mucho. Somos extraordinariamente dóciles. Pero creo que, en esto, los compañeros de los colegios e institutos nos han prestado algo de coraje.