En septiembre el plan A debería ser la educación digital

El curso 2019-2020 se está cerrando ya. En su último trimestre se ha hecho lo que buenamente se ha podido. La pandemia pilló a todo el mundo por sorpresa, y hubo que improvisar. La comunidad educativa se transformó radicalmente de un día para otro, y durante todo este tiempo como mucho se ha intentado colocar algún parche. Pero no ha habido ocasión para nada más.

El objetivo debe estar puesto en la preparación del curso que viene. Es algo que venimos diciendo desde mediados de marzo, cuando publicamos nuestro primer borrador para pensar una escuela después del coronavirus. Ya entonces, cuando apenas llevábamos unos pocos días encerrados en nuestras casas, indicábamos la necesidad de trabajar para cuando viéramos la luz al final del túnel.

A mediados de marzo aún no se había acuñado el término de la «nueva normalidad», pero ya comprendíamos que el mundo iba a ser diferente después del coronavirus. Es un cambio de época que influye en gestos cotidianos como la manera de saludarnos o en el inevitable uso de mascarillas, pero sobre todo ha modificado profundamente nuestra perspectiva sobre un gran número de asuntos.

Un cambio de época

Después del coronavirus hemos cambiado la forma de ver la salud, que de repente se ha puesto en primer plano. También la presencialidad en el trabajo se ha modificado para siempre, porque se ha visto que en muchas ocupaciones no es necesario acudir a un espacio físico determinado. Esto ha hecho que veamos con ojos nuevos también los transportes, las absurdas horas punta y atascos de tráfico, y hasta nuestro propio domicilio.

Las ciudades van a transformarse porque ahora la demanda mayor está yendo hacia casas más grandes, aunque no estén en los centros urbanos. Y la movilidad dentro de ellas tiende hacia el uso de las bicicletas y mayor espacio para el peatón.

La manera de hacer la compra es ahora diferente. Se ha impuesto el comercio electrónico, y los envíos por parte de «la tienda de la esquina». Nos acercaremos cada vez menos a nuestra oficina bancaria de referencia, y hasta el uso del dinero en metálico tiende a desaparecer.

Hasta nuestro ocio ha cambiado. El uso de plataformas digitales se ha disparado en los hogares. Iremos menos al cine que antes. Lo mismo sucederá con el ocio nocturno, bares y restaurantes, especialmente los que no dispongan de terrazas o espacios al aire libre. Preferiremos «montar la fiesta en casa».

En los últimos años estábamos viviendo no una época de cambios, sino un cambio de época. Y el coronavirus ha acelerado la transformación. Eso no significa que el mundo nuevo que se está creando sea mejor. Es, sencillamente, diferente. Y lo más adaptativo es prepararnos para ese nuevo mundo.

El auge inevitable de la educación digital

En el mundo transformado que nos toca vivir a partir de ahora, ¿cómo será la educación? Colegios y universidades seguirán teniendo un papel fundamental como espacio físico privilegiado para el aprendizaje. La idea no es que a partir de ahora abominemos de la educación cara a cara del docente con sus estudiantes. Es algo que debe seguir siempre, no porque sea el formato tradicional, sino porque es necesario.

La educación consiste en crear ciudadanos, pero también en crear sociedades. La educación tiene un componente social, porque es en la escuela donde caemos en la cuenta de que existe la diferencia, y de que todos vivimos juntos. Por eso debemos encontrarnos con el otro. Y en eso la escuela presencial es insustituible.

Los estudiantes deben seguir yendo a los centros educativos. Pero eso no significa que la presencialidad deba ser la única opción educativa. Igual que ha sucedido con la irrupción del teletrabajo, en la pandemia hemos podido observar cómo algunas escuelas que sí estaban adaptadas a lo digital han podido seguir su ritmo de una manera muy razonable. Y debemos extraer enseñanzas de la experiencia.

Por eso hemos expuesto que la educación después del coronavirus será mejor que antes de él. Los docentes cuentan ahora con más cartas en su baraja. y eso es positivo.

Es obligado prepararnos para la educación digital

Debemos dar un paso más. Desde luego la educación digital ha venido para quedarse, y ciertamente mejora los procesos de enseñanza y aprendizaje en la medida en que aporta una mayor variedad de prácticas y acercamientos pedagógicos. Pero es que además de cara al curso que viene, hay una alta probabilidad de que se puedan repetir brotes del coronavirus. Serán más localizados o más extendidos, más graves o más ligeros, pero todo hace ver que se producirán.

De hecho, en los últimos días hemos podido ver cómo algunos centros que abrieron han tenido que cerrar por la aparición del virus. A veces han sido «falsos positivos». Pero en otros casos no. Estamos después del 40 de mayo, casi en verano, y con aforos mucho menores que los que habrá en septiembre.

Y si algo hemos aprendido en el confinamiento es que la educación digital es la única manera de garantizar el derecho a la educación de los estudiantes en caso de rebrotes. Por eso es un imperativo prepararnos a conciencia para ella. La educación digital debe ser el plan A para septiembre. No porque sea nuestra opción prioritaria pedagógicamente. Sino porque no queda más remedio.

No podemos no estar preparados para la educación digital. Y si además, con ello, mejoramos de paso los procesos de enseñanza y aprendizaje, miel sobre hojuelas. La educación en la realidad nueva pasa por aquí.

Julián Alberto Martín

La tecnología, ¿mejora la educación?

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