Ser o no ser. La duda por excelencia, cuyo arquetipo es el Hamlet de Shakespeare. El príncipe de Dinamarca debía decidir si se enfrentaba a los problemas, aunque tuviera que pagar un precio muy alto por ello, o bien dejar que éstos le sobrepasaran. En el terreno de la tecnología educativa, ¿cuál es es la primera decisión que tendremos que afrontar? Mi respuesta es: asegurar una buena conectividad. Por eso el título de esta columna no tiene forma de pregunta, como correspondería, sino de afirmación: o estamos conectados o no somos.
Para muchos autores, la conexión a Internet es casi un derecho humano. Aquí no llegaremos a tanto, pero sí afirmamos que una escuela hoy en día que no disponga de una buena conexión a Internet no puede ser considerada como un buen centro educativo. No puede no haber Internet.
Al menos en nuestro contexto de España. Reconoceremos que en otros ámbitos socioeconómicos la conexión a Internet puede todavía suponer un lujo. ¡Ya les gustaría a muchos colegios en un buen número de países contar con una infraestructura básica de electricidad, calefacción, protección frente a la lluvia, el frío o el calor, o aseos adecuados! Pero en nuestro país es una necesidad ineludible.
Liderazgo público
No es algo que solamente digamos nosotros. Así lo han entendido también nuestras administraciones públicas, que en este campo sí han hecho bien los deberes. El programa Escuelas Conectadas está consiguiendo que en muchas Comunidades Autónomas hayan alcanzado ya el objetivo europeo de conexión de alta velocidad y calidad en los centros educativos, varios años antes de lo previsto. Es algo de lo que podemos presumir. Y eso a pesar de que nuestro territorio es mucho más complejo que el de otros países debido a nuestra orografía.
Pero no solamente hay que llevar la señal a la puerta del colegio: también resulta imprescindible que esa señal llegue a todas las aulas y rincones del centro. Todas las escuelas deben contar con un buen sistema para ello. Y eso es algo que también se contempla dentro de Escuelas Conectadas.
Así, si esta infraestructura está garantizada en los centros sostenidos con fondos públicos, los centros privados no pueden en ningún caso quedarse atrás. Este es un punto absolutamente irrenunciable: ¿imaginan una escuela privada prestigiosa con peor conexión que una pública?
Todos los que trabajamos en tecnología educativa hemos venido oyendo tradicionalmente en las dos últimas décadas las quejas de que no se podía trabajar de forma digital porque no se contaba con una conexión a Internet suficiente. Pero esa excusa ya no es válida. Una vez resuelta la cuestión de la conexión, nos podremos centrar por fin en resolver la cuestión de cómo utilizar la tecnología para mejorar la educación, que es para lo que estamos en esta columna semanal. Le emplazo a seguir leyendo en próximas fechas y a hacer comentarios para poder dialogar y avanzar juntos.
Pero antes de todo eso recuerde: si usted, amable lector, gestiona un centro educativo que no cuenta con una conexión a Internet de calidad, le proponemos cuál debe ser una de sus máximas prioridades.
Julián Alberto Martín